No les gusta a los dictadores cubanos Díaz Canel y Raúl Castro las tretas, trampas o modos de gobernar del mayor, teniente o capitán (R), Diosdado Cabello.
Caracterizado por no ostentar ningún cargo que le permita “sustituir”, “desplazar” o “ignorar” al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, quien, a menudo es ninguneado, bypaseado y hasta vejado por un “segundo al mando” que no aclara la dispocición legal y constitucional que lo faculta para presentarse como el: “YO SOY”.
No ocurre así en la isla caribeña que es modelo del neototalitarismo latinoamericano y hasta occidental, donde solo el “Comandante Jefe”, “Caudillo” o “Presidente” expone las políticas y da órdenes para su ejecución, dejando al resto de miembros del aparato como simples amanuenses o piezas humanas que trabajan sin decir ni “esta boca es mía”.
Tradición o cultura que atañe sobre todo a los casos penales, a aquellos que involucran a terceros que deben defenderse y dar cuentas ante la ciudadanía si los cargos de que son objetos por partes de representantes del Estado, son “ciertos” o “falsos”.
Un caso que nos trae la memoria es el del juicio contra el general de Brigada, Arnoldo Ochoa y sus colaboradores los también generales, hermanos de La Guardia, iniciado el 12 de junio de 1989, acusados de actividades de narcotráfico y de conspiración contra el “gobierno revolucionario” y juzgados ante tribunales a plena luz del día y trasmitido por la televisión local y extranjera que dejó claro para el mundo como se comporta la “justicia cubana”, aunque involucre a altos funcionarios.
En otras palabras, que una forma o modo de aplicar la “justicia revolucionaria” muy diferente a como se estila en Venezuela, donde, aparte de que las denuncias de delitos contra el Estado o la cosa pública no las efectúa el Presidente o el Fiscal General de la República, sino un “apuntador” que no tiene facultades constitucionales para hacerlo, y que solo dispone para su aterrador rol de un programa de televisión que se transmite todos los miércoles en el horario nocturno por el Canal 8 o “Venezolana de Televisión”, conocido con el remoquete de “Con el Mazo Dando” y donde, aparte de darle instrucciones al presidente Maduro sobre tal cual item nacional o internacional, hace arrase con la oposición con amenazas a menudo ridículas o acusa a cualquier ciudadano de delitos de los cuales no presenta pruebas sino “el testimonio” o la “palabra” de este Sherlock Holmes de bolsillo que para más colmo se llama “Diosdado”.
¿Y el Presidente de la República, y el Fiscal General, y el Tribunal Supremo de Justicia y los diputados de la Asamblea Nacional?, pues muy bien gracias, porque todas estas instituciones o instancias desaparecen las dos o tres horas que dura el “tribunal guerrillero” del ancla de VTV y ante el cual hay que callar, hacerse el mudo o desaparecer.
Y continúo preguntándome: ¿De dónde extrae su poder el tal Diosdado si ni siquiera es funcionario público, si su carnet solo dice que es “Diputado de la Asamblea Nacional” y “Segundo Presidente del Partido Oficial, el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV (del cual el Primer Presidente es Maduro) y es una institución civil, sin derechos o deberes especiales que le conceda el Estado y solo funciona por que la constitución vigente facultad a los ciudadanos para organizarse, reunirse y actuar en inciciativas de su libres elección.
Pero así y todo, nadie del alto, mediano o bajo gobierno corrige, desmiente, o pone en entredicho, las acusaciones, ataques o mamarrachadas del ancla que la semana que continúa sigue con sus asaltos y no los retira hasta que se ve complacido por el propio “mandamás de Miraflores, el presidente Maduro.
Un caso muy ilustrativo, documentado y atractivo por lo reciente, es el de la Cruz Roja Internacional y su capítulo venezolano, cuyo presidente, el abogado Mario Villarroel, fue acusado de ser un mafioso, un malandro que se aprovechaba de su alto cargo para tener un “Tribunal Nacional de Justicia” paralelo, que funcionaba a su haber y entender y desde el cual podía gestionar sentencias por las que podía cobrar “hasta nueve millones de dólares”.
“Un señor” continuó Cabello “que tiene 40 años en el cargo, que por lo menos la mitad de ese tiempo ejerce desde el exterior y de quien se tienen datos, información confiable, que es enemigo del gobierno y del presidente Maduro, a los cuales ataca cada vez que le viene en gana.
Por tanto exijo al Presidente y al gobierno” continuó un furibundo Cabello “que la Cruz Roja Internacional sea intervenida en su capítulo venezolano, que se le nombre un nuevo Presidente y nuevos miembros en su Directiva y así pueda ganarse la confianza de la revolución, del pueblo y del país”.
En otras palabras, que graves cargos y grave acusación, de la cual esperábamos que esa misma noche el terrible fiscal ad hoc se lanzará a revelar las pruebas, los documentos o los testigos, pero de lo cual se olvidó como quien se olvida que esa noche debe tomarse una pastillas para una imprevista dolencia y siguió con su tropel de insultos que ya, por supuesto, no iba a merecer la atención de una teleaudiencia que escasa o regular debió cambiar de canal o apagó el televisor.
En lo que a nosotros respecta, pensamos que el ancla del 8 le había dejado el plato fuerte, las pruebas de la denuncia, los papeles, las grabaciones, o los testigos, al presidente de la República, al propio Maduro, o en su defecto, al Fiscal General de la República, Tarek Williams Saab.
Pero no, la semana siguiente a la denuncia de Cabello continuó de largo y no se vió un solo funcionario gubernamental que tuviera una palabra, un punto, una coma, sobre un “yo acuso” que infama a un organismo internacional que cuenta con 128 años de existencia y a uno de sus presidentes que, al parecer, cuenta con algún respeto o consideración puesto que la presidió durante 40 años en un país llamado Venezuela.
De ahí que no me quedó más remedio que esperar hasta el siguiente miércoles para ver si Cabello tenía en el “mazo” algo físico y auditable que avalara sus denuncias contra la Cruz Roja Internacional, su capítulo venezolano y Mario Villarroel, pero no, el ancla se limitó a repetir lo ya trasmitido y así regresé al siguiente jueves a esperar que el Presidente o el Fiscal se pronunciaran.
De nuevo, ni uno ni otro dijeron una palabra, pero la Cruz Roja en versión nacional si fue intervenida, destituido su presidente y directivos y llamados a ocupar sus cargos unos ciudadanos de los cuales conozco unos de vista, otros de trato y los más de nombres, pero que no parecen mafiosos ni malandros, sino amigos de la Administración que, como la mayoría de los amigos de la Administración, no saben decir “no”.
Pero más que los defectos o virtudes de las personas involucradas en el “Caso de Diosdado, el Mazo Dando, la Cruz Roja Internacional y Mario Villarroel”, lo que me interesaba destacar en estas líneas es la curiosa y pintoresca forma de “administrar justicia” de la revolución que Chávez llamó “bonita” y otros “esperpéntica” y que consiste en formular enfermizas acusaciones contra funcionarios o simples ciudadanos pero sin aportar pruebas, demostrándoles en su cara y en quienes los toman por honestos, que son unos pillos y merecen ser llevados a los tribunales y condenados por sus delitos.
No, en la “revolución bolivariana” no se sabe si los cargos y acusaciones existen, o, si existen, cuánto tienen de verdad o mentira. Pero algo más grave, los organismos o instituciones constituidos para darles curso legal, son apenas un amago, porque hay individuos que asumen sus funciones y por los que se rigen la llamada “vindicta pública”.
Por eso hay, no la sospecha, sino la certeza, de que existente dos gobiernos, o uno partido o compartido, y en una mitad está el llamado “Presidente Maduro” y en la otra, el conductor o ancla de “Con el Mazo Dando”.
“El caso de la corrupción en PDVSA y de la pérdida de 21 mil millones de dólares” tiene también este perfil o seña, pues las acusaciones fueron hechas en génerico y el principal indiciado, Tareck El Aissami, desapareció como por encanto, no se sabe si vive o muere, si “se quedó” en una sesión de tortura o simplemente está preso en algún calabozo de los miles que hay en Venezuela pero bajo un clandestinaje estricto.
Seguramente estas son algunas de las preguntas que debe estar respondiendo Diosdado en La Habana, pues ya no hay dudas para la dictadura cubana que Maduro es la mitad de un poder superior, que en cualquier momento es denunciado en “Con el Mazo Dando”, enjuiciado o desaparecido y enviado por meses y años que ya está viviendo El Aissami y conoce muy bien, el general, Miguel Rodríguez Torres.