Hace sólo ocho meses se esperaba que la economía china volviera a rugir. Se había abandonado el COVID-cero y los compradores y turistas del país podían campar a sus anchas. El crecimiento del PIB, que algunos economistas esperaban que alcanzara una tasa anualizada del 10% en el segundo trimestre del año, se ha reducido a poco más del 3%. La economía ha entrado en deflación. Una respuesta oficial extrañamente lenta y una crisis inmobiliaria que va de mal en peor han hecho temer una recesión prolongada, así lo reseñó THE ECONOMIST.
Lo que ocurre en la segunda economía del mundo importa en todas partes. Como China es tan grande, sus cambiantes fortunas económicas pueden impulsar las cifras globales de crecimiento. Pero la ralentización de China también afecta directamente a las perspectivas de otros países. Sus hogares y empresas comprarán menos bienes y servicios de los que habrían comprado de otro modo, con consecuencias tanto para los productores de esos bienes como para los demás consumidores de los mismos.
En algunos lugares, las dificultades de China serán una fuente de dolor. En otros, sin embargo, supondrán un alivio.
Los exportadores de materias primas están especialmente expuestos a la ralentización de China. El país consume casi una quinta parte del petróleo mundial, la mitad del cobre, níquel y zinc refinados y más de tres quintas partes del mineral de hierro.
Los problemas inmobiliarios de China harán que necesite menos de estos suministros. Esto supondrá un duro golpe para países como Zambia, donde las exportaciones de cobre y otros metales a China ascienden al 20% del PIB, y Australia, gran proveedor de carbón y hierro.
El 22 de agosto, BHP, empresa australiana y la mayor minera del mundo, comunicó su beneficio anual más bajo en tres años, y advirtió de que los esfuerzos de estímulo de China no estaban produciendo cambios sobre el terreno.
Entre los puntos débiles de Occidente figura Alemania. El debilitamiento de la demanda china es una de las razones por las que la economía del país se ha estancado últimamente. Y algunas empresas occidentales están expuestas por su dependencia del país para obtener ingresos.
En 2021, las 200 mayores multinacionales de América, Europa y Japón realizaron el 13% de sus ventas en China, con unos ingresos de 700.000 millones de dólares. Tesla está aún más expuesta, ya que realiza alrededor de una quinta parte de sus ventas en China; Qualcomm, fabricante de chips, realiza la asombrosa cifra de dos tercios.
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