En el inmenso lienzo de la existencia, están lugares que trascienden la geografía, convirtiéndose en morada del alma. En América del Sur, en la vastedad de belleza natural y riqueza de cultura diversa, yace un territorio que cautiva corazones y resplandece con la intensidad de mil soles. Tierra de gracia, maravilla humana, que despierta frenesí y trasciende palabras, convirtiéndose en una pasión inquebrantable.
Consentida por la gentileza de vientos cálidos, desde sus costas embebidas por aguas tropicales del Caribe y de color turquesa, hasta las majestuosas cumbres de los Andes que se alzan engreídas y presuntuosas. Venezuela invita al coqueteo con la naturaleza en forma sublime. Amor inmutable, que palpita en el ánimo de quienes tienen el privilegio de conocer su esencia.
Playas de arenas doradas, lluvias cristalinas que acarician y sosiegan el espíritu. Venezuela es un poema épico tejido con hilos de diversidad, mientras que la selva amazónica, sus imponentes tepuyes que desafían el cielo, hasta los exuberantes bosques que albergan una sinfonía de vida, despertando los sentidos con exuberancia verde y savia vibrante. Majestuosidad del Salto Ángel, picos nevados, llanuras interminables y ciudades bulliciosas, hasta los rincones más remotos, late un corazón que nos invita a amar sin límites. Su ambiente es un canto a la perfección, cada paisaje una inspiración visual que susurra secretos ancestrales y hace que te sientas parte de un cuadro coloreado por dioses. Recordatorio magnánimo de la madre naturaleza. Amor profundo, eterno, nos recuerda que, sin importar las circunstancias, siempre habrá un lugar en el corazón reservado para esta tierra de maravillas.
El apego por Venezuela va más allá de su asombrosa e impresionante topografía. Alma indomable y el aura de su gente, es lo que cautiva y enamora. Pueblo afable, lleno de cortesía y gallardía en medio de desafíos y dificultades, demuestran resiliencia que inspira admiración. Su calidez y hospitalidad son como un abrazo sincero que te hace sentir en casa en cualquier rincón. El entusiasmo por la vida, creatividad desbordante y calor humano son recordatorio constante de la belleza en su lucha por la libertad y esperanza.
La música y el baile corren por las venas de Venezuela como un río de emociones. Los diferentes géneros de la música tradicional son resultado de la mezcla de influencias culturales de pueblos indígenas, africanos y europeos. Joropo, el más emblemático, se caracteriza por el uso de instrumentos como el arpa, cuatro, maracas y bandola. La gaita zuliana, originaria del estado Zulia, se interpreta con el furro, charrasca y tambora. Sin embargo, más que variedades musicales; son expresiones de alegría y conexión. Cada nota musical trenza un lazo, invitándonos a unirnos en un apretón colectivo de amor por la vida y la cultura.
Cómo no hablar del arte culinario, que nos sumerge en un torbellino de aromas y sabores. Desde las delicias tradicionales como la arepa, el pabellón criollo, empanada de cazón, asado negro y un sinfín de etcéteras, hasta los platos contemporáneos que fusionan influencias complejas. La cocina venezolana es festín para los sentidos, cada bocado una experiencia que transporta a mercados vivaces de algarabía y fogones familiares, en los cuales, apego endógeno y arraigo se convierten en manjar delicado y fino.
Pero, sobre todo, es amor por su tierra e identidad lo que brilla con mayor intensidad. A pesar de los desafíos políticos y económicos, el lazo con Venezuela persiste, inquebrantable y apasionado. La diáspora lleva consigo el orgullo de su origen y trabaja incansable por un futuro mejor para su nación.
Venezuela, con luces y sombras, se eleva hacia lo excelso. Conexión que trasciende vocabulario y se convierte en melodía. Terruño que enseña sobre la fuerza de la esperanza y capacidad de amar a pesar de las adversidades.
El amor por Venezuela no es ingenuo ni ciego. Registra desafíos y situación comprometida, pero el afecto verdadero no se desvanece en la adversidad; se fortalece. Amar a Venezuela es abrazar su esencia con defectos, virtudes, colores, sabores y matices. Es celebrar su diversidad, valorar su historia y trabajar incansable por su futuro. Un amor que trasciende espacio y tiempo, une corazones, enciende la esperanza y anhela ilusión. Mas que sentimiento, un compromiso eterno con la grandeza y resiliencia de un país que jamás dejará de inspirarnos y cautivarnos.
Cada historia tiene santiamenes, pero son esos instantes que prueban autenticidad y profundidad del sentimiento. El amor por Venezuela no es diferente. Compromiso inalterable de apoyo y empoderamiento mutuo, promesa de no rendirse hasta que las sonrisas vuelvan a iluminar rostros, y la grandeza de su tierra, sea reconocida en todo su esplendor.
@ArmandoMartini