Entes demoníacos, frecuentes en la política, de aspecto serio y confiable, que, a la hora de enfrentar, o discutir con un modesto policía por pasarse la luz roja del semáforo, no tienen empacho, ni vergüenza, en cambiar pareceres; cual saltarines acrobáticos, capaces de giros expeditos, regalan a quienes observan boquiabiertos, corvetas adornadas de rimbombancia y deleite. Coexistiendo en un imperecedero escenario.
Dictan monsergas magistrales de hipocresía, despliegan confusiones, apariencias y amoríos, para concluir en cualquier cosa, con tal de figurar, aunque sea de bufones. Simulan complacencia, encubriendo tácticas de doblez temporal para proponer beneplácito provechoso. Especialistas en fingir idas, arrebatos y prontitudes que en realidad no se producen. Odio, tristeza, alegría y pesar, pueden nacer, desarrollarse, actuar y por cualquier causa fenecer. La desfachatez e insolencia, no se extiende, se contrae, no desaparece.
En el resurgimiento fantasmagórico, no hay término medio entre el éxito y el fracaso. Andan por ahí, en el camposanto político pululando como alma en pena, espectros perjuros que se acercan sigilosos haciéndose los pendejos. Se conformaron con limosna de los desechos despreciados, pero con negocios, privilegios e influencia. Convencidos de dilatar, sin romper fuente ni tener contracciones, no entienden, caen en su trampa y se proponen como expectativa.
En la política, se toman decisiones que afectan vidas y sociedades, a menudo se ve envuelta en secretos de bruma espesa. Es como si, en lugar de representantes elegidos, intimen con lémures que se ocultan en tinieblas. ¿Qué significa realmente “fantasmas en política”?
No son figuras etéreas que rondan pasadizos y recovecos del poder, sino más bien metáforas de la falta de transparencia y rendición de cuentas. Cuando se habla de fantasmas, se refiere a prácticas, cuestiones y acuerdos que se mantienen ocultas al público, fuera del alcance de la mirada crítica y el escrutinio ciudadano.
Un ejemplo claro es el fenómeno de los “acuerdos secretos”. Demasiadas veces, los políticos negocian y acuerdan asuntos de gran relevancia detrás de puertas cerradas, lejos de los ojos del público. Si bien cierto grado de confidencialidad puede ser necesario en circunstancias, esta falta de nitidez lleva a la desconfianza y especulación en lugar de a una toma de decisiones informada.
Otro aspecto importante de la opacidad política, es la falta de claridad en las fuentes de financiación de las campañas electorales. Los fantasmas económicos rondan en forma de donaciones ocultas y fondos sombríos que influyen en las elecciones y decisiones de legisladores. La financiación debe ser un proceso cristalino y accesible al ciudadano, pero, se convierte en un terreno fangoso de influencia y secretismo.
También se muestran en la forma de promesas incumplidas y retórica vacía. Los políticos a veces se presentan como campeones de causas populares, solo para desaparecer en la oscuridad una vez elegidos. Irresponsabilidad y ausencia de coherencia que mina la confianza en el sistema democrático, alimentando la percepción de que los políticos son poco más que sombras fugaces en busca de poder y prestigio personal.
Invitados por la desesperanza y el desprecio, aparecen silenciosos con el pensar verdadero que de tanto ocultar, pierden y terminan longevos pero incapaces de originalidades. Adaptables en parloteos inagotables de falsedad, como los camaleones cambian de personalidad, derrochando devaneos de conveniencias. Fantasmas que no espantan, pero cultivan beneficios y, descubiertos, se esconden como cucarachas.
Fracasados y retorcidas sus conciencias, el delirio sin sentido, movido por las ansias de poder, son escenas de vida pasada y entonces todos se convertirán en fantasmas comprometidos, mediocres “pensadores”, para considerarlos interlocutores válidos, casi como iguales, para sufrir sus humillaciones.
¿Qué hacer para enfrentar estos fantasmas? La respuesta radica en la transparencia, rendición de cuentas por acciones y decisiones; que la ciudadanía tenga acceso a información precisa y oportuna sobre lo que está ocurriendo en el ámbito político. Promoción de leyes sobre financiación de campañas, publicación de acuerdos gubernamentales importantes y el seguimiento de promesas electorales son pasos en la dirección correcta.
La política es una herramienta para el progreso de las sociedades y su funcionamiento efectivo. Se debe mantener a raya a los fantasmas que la acechan. Nitidez, decir la verdad son valores democráticos fundamentales, antídotos positivos contra la opacidad y falta de confianza. Solo cuando iluminemos las sombras podremos tener una política que verdaderamente sirva a las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.
@ArmandoMartini