En la historia de la humanidad, la disputa por la libertad y la democracia ha sido una constante reiterada en diferentes contextos. El forcejeo ha enfrentado un sinnúmero de impedimentos, el más pernicioso, la inhabilitación indebida de individuos e ilegítima de grupos por parte de regímenes arbitrarios. Sin embargo, el arraigo y la resiliencia ciudadana, demuestran que la prohibición impuesta es superada por la fortaleza de la voluntad y el anhelo de emancipación.
Las dictaduras, sin importar ideología o motivación, comparten una característica. El ejercicio del poder sin consentimiento de la ciudadanía. Estructura mandona de pocos, a expensas de la libertad de muchos. Anulan mecanismos y desmantelan instituciones democráticas, restringen libertades, persiguen disidencia y violan derechos.
En este sombrío escenario, quienes levantan la voz y luchan por sus convicciones democráticas, son inhabilitados por la fuerza del “me da la gana”. Y no conformes, reprimen física y verbal, desaprueban sentires, limitan la acción política, intiman adversarios, niegan participación electoral y los excluyen de cargos públicos; creando un ambiente hostil que desincentiva.
La ciudadanía, es la más perjudicada, porque la marginan, silencian e imposibilitan para ejercer el derecho constitucional de elegir y ser elegido de acuerdo a las normas de integridad electoral. Ejemplos evidencian que la lucha por la democracia es inherente a la condición humana. Y la exclusión espuria, no es el final, sino el comienzo de una resistencia pacífica, valiente y decidida. La habilitación, en este contexto, no proviene de la dictadura que ultraja y humilla, sino de la ciudadanía que resiste dignamente.
La legitimación se fundamenta en que, ninguna acracia puede sofocar el deseo humano innato de independencia y autodeterminación. Es un proceso de empoderamiento colectivo, de resistencia, solidaridad y valor. Cuando se prohíbe de manera indebida la participación política, los ciudadanos responden al agravio para contrarrestar la ignominiosa prohibición impuesta. Buscan auxilio en las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, en su reyerta por la restauración de la democracia. El apremio pacífico es factor clave en la certificación. Exigir cuentas a los infractores de normas y transgresores de la Constitución, es trascendental.
Cuando la unión, gira en un objetivo común de justicia, liberación y democracia, la fuerza se multiplica, la lucha contra la opresión encuentra señal para desafiar el atropello, e impulsar el cambio para hacer frente al desafuero. Abriendo caminos hacia un renacimiento que restaure voz y decoro. Las corrientes exitosas, demuestran que honrar la palabra empeñada, decir la verdad, forjar unidad con determinación y respeto; consiguen superar las peores formas de represión. La ciudadanía no se conforma, su deseo de libertad, los impulsa a no darse por vencidos en obstáculos aparentemente insuperables.
La habilitación ciudadana, es poderosa e involucra la construcción de una sociedad enérgica, capaz de presionar por reformas y exigir acato a los Derechos Humanos. Implica aprobación social de acuerdo a principios morales y valores éticos.
El renacimiento democrático con una inhabilitación indigna, no es un destino inevitable, solo un estorbo en la lucha por la democracia, pero no es insuperable. La flama de la soberanía jamás se apaga. La historia enseña que la ciudadanía tiene la capacidad de habilitarse. El mundo es testigo de movimientos que, a pesar de las adversidades, se sobreponen al dominio absolutista. La regeneración, resulta de la perseverancia, coherencia, firmeza, sacrificio de la ciudadanía y de los líderes por ellos elegidos.
La habilitación ciudadana, revela integridad y entereza del espíritu humano. La inhabilitación forzosa por la dictadura, es prueba de la fortaleza del deseo de libertad y justicia. La lucha por la democracia jamás será asfixiada. Los ciudadanos de buenas costumbres, conscientes del rechazo al déspota y menosprecio a la ley; son los tenedores del poder para abatir y construir futuro en libertad. La ciudadanía habilitada por la pasión democrática, tiene autoridad para superar trabas y llevar a cabo un cambio transformador. La batalla es ardua, pero la recompensa de una sociedad libre, justifica cada esfuerzo, cada sacrificio.
Los habilitados del castrismo exhiben orgullosos su condición como bandera derechohabiente. Los inhabilitados, denuncian al mundo la arbitrariedad constitucional, exigiendo el derecho a elegir y ser elegido. ¡La ciudadanía habilita, el régimen, no!
@ArmandoMartini