En las orillas del Río Grande, donde México y Estados Unidos se tocan, hay un tesoro que no se ve a simple vista, pero que cuenta historias de compasión y apoyo inquebrantable en tiempos difíciles. Estas historias se encuentran entre las prendas de ropa abandonadas por los migrantes que cruzan a diario en busca de una vida mejor.
Entre las aguas y los alambres de púas que marcan la frontera, Marco Antonio González, un hombre de 37 años, ha encontrado su vocación como guardián de estos objetos olvidados. “Un día, mientras pescaba, encontré una bolsa con 100 dólares. Ese fue el punto de partida para mí”, confiesa con humildad.
Las prendas que Marco Antonio recoge son testimonios silenciosos de los viajes agotadores desde países lejanos como Venezuela, Honduras, Guatemala y El Salvador. Los migrantes, despojados de sus pertenencias, enfrentan un futuro incierto en busca del sueño americano.
A lo largo de la frontera, se erigen barricadas de alambre de púas para limitar el acceso de los migrantes en un momento de tensiones políticas. Sin embargo, estas barreras no han detenido el flujo constante de personas que siguen llegando en números significativos.
Ayudar a los migrantes
Marco Antonio, un hombre que vive en la sombra de la frontera, también ha sido acusado de ayudar a los migrantes a cruzar de una orilla a otra. Con paciencia, él demuestra que está allí para ofrecer apoyo en momentos de necesidad.
Para leer la nota completa, aquí