Este lunes la Comisión Nacional de Primaria y los 13 aspirantes de las fuerzas democráticas de Venezuela ratificaron la fecha del 22 de octubre para la elección del candidato unitario de la presidencial de 2024. Fue la respuesta a la propuesta del nuevo Consejo Nacional Electoral de aplazarla para el 19 de noviembre a fin de facilitar los centros de votación y las máquinas correspondientes, entre otros elementos.
“La situación actual es muy distinta a la que teníamos el 5 de junio, (…) cuando se buscaba con insistencia la definición de las condiciones de la primaria a fin de que nuestros candidatos se inscribieran conociendo la configuración del proceso, esto es si sería con votación manual o con el sistema automatizado del CNE”, señaló en un comunicado la comisión presidida por Jesús María Casal.
La lectura del régimen de Nicolás Maduro sobre la solución electoral a la crisis política de Venezuela es equivocada. La renuncia forzada de los rectores del ente comicial vinculados al oficialismo y la oposición funcional en junio, así como las maniobras a través de las inhabilitaciones, la renuncia de algunos miembros de la CNP y los métodos de coacción aplicados a los precandidatos, a los miembros de la comisión y responsables de los centros electorales, están siendo percibidas como radicales por una parte significativa de la población.
Asimismo, las medidas de una primaria autogestionada con voto manual propuestas por las fuerzas democráticas, que en otro momento podrían haber sido vistas como radicales, ahora son percibidas como sensatas o incluso populares.
Lo que antes le funcionó al régimen, inhabilitando candidatos y escogiendo a su opositor en las últimas elecciones, no es aceptable como práctica política por las mayorías. Es rechazado por 8 de cada 10 venezolanos, según los recientes estudios de opinión pública.
Si Maduro y sus cómplices siguen obstaculizando la expresión popular que representa la primaria, el régimen quedará aislado socialmente y obligará a las fuerzas democráticas a establecer mecanismos para alcanzar la libertad y vivir en democracia.
Por supuesto, la solución de aislarse es una opción a través de su Tribunal Supremo de Justicia, como lo ha hecho recientemente Daniel Ortega en Nicaragua y el régimen cubano por más de 60 años. Sin embargo, esta decisión lo colocaría en una situación difícil ante las democracias de Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea, y frente a aliados como Colombia y Brasil que intentan blanquearlo, entre otros.
No hay que olvidar, además, que la Corte Penal de Justicia sigue documentando los casos de crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Venezuela y no quedarán exentos los nuevos hechos de violación de derechos humanos ante un eventual incremento de la represión para sostenerse en el poder. Porque el pueblo quiere un cambio que reclamará en las calles pacíficamente ante el bloqueo de su derecho a elegir en un proceso semilibre, justo, competitivo y verificable quién dirigirá los próximos seis años el país.
Ante este escenario, el régimen de Maduro invoca la figura del “enemigo externo” como una estrategia para evitar la confrontación electoral. Esto, confía, le permitirá mantenerse en el poder y consolidar su control sobre la población.
En este sentido, en el IX Encuentro del Grupo de Puebla, Delcy Rodríguez –miembro clave del madurismo– denunció que “el Comando Sur se ha planteado ese espacio geográfico [Guyana] como un excelente territorio para agredir a Venezuela”.
La intención es crear las condiciones para desviar la atención del pueblo de los problemas de corrupción y se olvide de que “no es bloqueo, es saqueo”; del informe de la Misión Independiente de la ONU sobre la violación de los derechos humanos y de la crisis económica que atraviesa el país. En un año se ha devaluado el bolívar 320% frente al dólar. El nacionalismo también ha sido la excusa para justificar medidas represivas que silencien a opositores, etiquetados de “traidores” o “agentes extranjeros”; así como para legitimar su permanencia en el poder y presentar el liderazgo de Maduro como esencial para la supervivencia del país. En este contexto controlar la FANB y las fuerzas de seguridad es crucial para mantenerse en el poder. Y por último, justificar medidas excepcionales en nombre de la defensa nacional para poder imponer leyes marciales, restringir libertades, censurar medios de comunicación independientes en la web y llevar a cabo arrestos sin el debido proceso.
Esto tampoco logrará mantener al régimen en el poder porque son más los contra que los pro.
El aislamiento es su peor opción porque los beneficios que hoy existen para negociar una salida democrática a la crisis en Venezuela dejarían de existir en lo personal, como en lo económico para el régimen.
Actualmente, Maduro tiene un abanico de opciones para facilitar la transición democrática en Venezuela y que los podría beneficiar a él y a sus compinches.
Hay un cambio de percepción política de la oposición en Venezuela: de radical a sensata, que todos debemos saber leer para lograr la salida pacífica -una elección presidencial libre, justa, competitiva y verificable en 2024- que quiere la gran mayoría de venezolanos. Un deseo inquebrantable.