Ante la cada día más desbordante inteligencia artificial surgen inquietudes que dejan entrever señales de preocupación por el arrollador caudal de habilidades que parecieran no tener contención, a la hora de evitar que esa fascinante, enigmática y prodigiosa combinación de algoritmos, produzcan máquinas similares o, en algunos casos, muy superiores a las facultades humanas. En la variedad que se exhibe en los niveles de inteligencia artificial estrecha, la general y la super inteligencia artificial, se aprecian desafíos, explícitamente, a sus propios creadores: la mente humana.
Esos prodigios son un hecho cierto que se nos revela con los instrumentos que fungen de asistentes de voz como Google Home o Amazon Echo, elementos comunes en millones de hogares del planeta Tierra. Ya no resultan extraños los coches automatizados, el funcionamiento de la robótica de elevada gama o la gestión del tráfico basada en inteligencia artificial. En la contra cara de esa moneda está el reflejo del miedo a que eso genere desempleo ante la suplantación de los seres humanos por esos aparatos en capacidad de realizar las mismas tareas de las personas, desde luego sin los sentimientos y valores que solo pueden experimentar las personas.
No me niego a entrarle a este debate, que es por demás seductor y merecedor de nuestra atención, pero hay que hacerlo sin los miedos que se relacionan con las incapacidades de quienes más que temerle a sus pasmosas o mágicas manifestaciones de inteligencia, se atoran en ese embudo del conformismo, acomodados en la resignación acomplejada de estancarse en el atraso mientras culpan a otros de sus propias miserias.
Yo le temería más a la brutalidad humana, a esa desenfrenada anarquía en donde se desquician furores y se distorsionan los sentimientos. Me atrevo a decir, sin titubeo alguno, que lucen más deshumanizados que los semáforos inteligentes esos grupos terroristas que secuestran y degüellan bebés. Esos desadaptados representan el mal, porque matan con placer viendo desangrarse al prójimo asesinado brutalmente, sobre cuyos restos mortales festejan los más absurdos triunfos de su indescifrable fanatismo y desfigurada religión. Ese amasijo de redes terroristas en el que se ven los hilos yihadistas con la frecuente utilización del terrorismo, en nombre de una reivindicada yihad, a la cual sus prosélitos claman como una «guerra santa» en el nombre de Alá. Se asoman los perfiles etno-nacionalistas o separatistas, la versión del terrorismo de izquierda y anarquista o de derecha con sus temáticas específicas.
Es la brutalidad humana que acometió el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York cegando la vida de miles de personas, son del mismo rebaño que embistió premeditadamente contra el Pentágono, los que se regocijaron por el sanguinario ataque de Atocha, los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, conocidos por el numerónimo 11M, esa cruenta serie de irrupciones terroristas en cuatro trenes de la red de cercanías de la Comunidad de Madrid, matando a 193 personas y alrededor de dos mil resultaron heridas. O el de Lockerbie, después que el Vuelo 103 de Pan Am, un vuelo regular internacional emprendido el 21 de diciembre de 1988, que tenía previsto cumplir un itinerario entre Fráncfort (Alemania) y Detroit (EE. UU.), que fue víctima de un atentado terrorista cuando cubría el trayecto entre Londres y Nueva York reventando en el aire y cayendo sobre la ciudad de Lockerbie (Escocia, Reino Unido).
Es la brutalidad humana a la que no es posible encontrarle justificación cuando llegan a protagonizar la barbarie de atentar contra la escuela de Beslán, Rusia, aquel luctuoso 1 de septiembre de 2004, día en que un grupo terrorista islámico de 30 hombres, batallón de mártires Riyad-us Saliheen, se apersonó al colegio de Beslán en Osetia del Norte para secuestrar a más de 1.100 personas, la gran mayoría estudiantes menores de edad. Los terroristas, emparentados a la tendencia separatista chechena, se atrincheraron durante tres días en el edificio, retando a las autoridades policiales que resolvieron ingresar al recinto, en donde se escenificó el choque con los responsables del atentado. Las cifras finales dejaron 334 muertos (186 niños) y casi 800 heridos.
Son los mismos fanáticos enloquecidos con el distintivo de El Daesh que acometieron el atentado de París el 13 de noviembre de 2015 en la periferia de Saint-Denis. Como todos esas pendencias, también esa mostraba la impronta suicida, desatando tiroteos en terrazas y restaurantes, y una serie de explosiones en el estadio de Francia, que dejaron 137 muertos y más de 450 heridos. El pavor atrapó a los parisinos por esos desafueros organizados del Estado Islámico. Muy notorio fue el asalto a la sala Bataclan, donde los terroristas retuvieron a centenares de personas durante un concierto. Terminaron con la vida de 80 a sangre fría.
Es la misma locura desatada sobre edificios identificados con la Comunidad Judía en Argentina, como aquel deplorable ataque terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina perpetrado el lunes 18 de julio de 1994, fue el segundo atentado después de la explosión que acabó con la vida de decenas de seres humanos y el edificio de la embajada de Israel en ese país.
Por lo antes narrado es que veo a las amenazas que arrastra el fenómeno tecnológico de la Inteligencia Artificial, como efectos benignos, si los comparamos con las satánicas acciones de esos grupos terroristas que construyen túneles bajo territorio de Gaza que utilizan para desplazarse con la idea de activar sus recursos bélicos, tales como misiles antitanques y antiaéreos, bombas, morteros, cohetes caseros y los AK-47 modificados, artefactos con los que adelantaron el mortífero y catastrófico combate contra ciudadanos de Israel, cuando los efectivos del grupo terrorista Hamás dispararon, entre el sábado y el domingo, más de 5.000 cohetes contra la jurisdicción israelita, cuya mayoría de cohetes, afortunadamente, fue interceptada por el escudo Cúpula de Hierro israelí.
Es evidente que tales desmanes son alentados desde Irán y no menos lejos de la verdad es que igualmente cuentan, insólitamente, con respaldos de gobiernos hispanoamericanos, tal como es posible confirmar escuchando las declaraciones de los presidentes de Colombia, Nicaragua, Cuba y Venezuela, en las que se solidarizan con las acciones terroristas. Lo cierto es que ya no se trata de grupos que dependen de armas caseras, ahora, tal como lo reveló Ali Baraka, jefe de Relaciones Nacionales de Hamás en el exterior, un vocero que ocupa un alto cargo en la jefatura de Hamás, actualmente residente en el Líbano, indicando en una entrevista editada para el canal de noticias en árabe RT Arabic, publicada en su sitio web, que “la fabricación de armas del grupo les permite tener fábricas locales para todo, para cohetes con alcances de 250 km, para 160 km, 80 km y 10 km. Tenemos fábricas de morteros y sus proyectiles… Tenemos fábricas de Kalashnikovs (fusiles) y sus balas… Estamos fabricando las balas con permiso de los rusos… Las estamos construyendo en Gaza”.
¿Quién responde por esta verdadera y peligrosa amenaza?
@AlcaldeLedezma