Ayer se cumplió el decreto de la navidad impuesto por el yo supremo que deambula por Miraflores. Hasta en las cercanías del SEBIN, el de la tumba, por varias cuadras a la redonda, se escuchaban las gaitas. Mientras, en Plaza Venezuela colocaban los tiernos ositos del negocio decorativo. Demostración nacional de que el problema no son, no han sido, no serán, las sanciones. Sobra el billete, pero no para trabajadores, jubilados ni pensionados.
Se decreta una navidad anticipada, nada religiosa. Porque subyace el interés político-electoral en todo lo que se genere de este mes en adelante. Allí se enmarca el supremo descocar del régimen por las cinco preguntas del referéndum sobre el Esequibo. El régimen busca un sí, poco importa sobre qué. Él pregunta y usted afirma. Es la única idea que se deduce del interrogatorio. Nadie, que no sea experto, se va a pasear por laudos arbitrales añejos o más recientes para responderle al preguntón. El régimen busca, desesperado, un sí de la población. Cualquier sí. Aunque no sepa de qué. Una aprobación. La que sea. De lo que sea.
Un sí que confronte la derrota que le significó la primaria. Una afirmación de su ser despótico. Un renovado plebiscito. En el fondo sabe que su tibia pelea jurídica por el Esequibo está perdida. Por desidia suya. Perdida en el tribunal internacional y en su debilidad político-diplomática, que lleva a tener en contra a todos, incluso a sus amigos cubanos, los chulos de El Caribe. Las cinco preguntas no pasan de ser retóricas. Insignificantes. Inaplicables. ¿Qué gana con que la población le responda si quiere un estado de nombre Esequibo en aquella zona? La población ya sabe que no depende de su respuesta esa creación y ese destino político.
Responderá sí a todo, quien se sienta conminado por el régimen o quien esté dispuesto a apoyarlo. Pero no serán las preguntas ni las respuestas a ellas lo que modificará la realidad en la zona en reclamación. Aquello sí lo han descuidado, al punto de que estamos muy cercanos a perder para siempre un territorio que hemos defendido por siglos como nuestro. Allí estaría la derrota mayor del régimen. En el campo diplomático. En el campo jurídico. En el campo coercitivo militar, incluso. ¿Por qué no perdimos Los Monges, o el Golfo de Venezuela?
Lo que es mío no es menester preguntarlo para saberlo y posesionármelo. El régimen busca la reafirmación popular. Pero sabe también que ha perdido el arraigo que otrora tuvo. La apelación nacionalista está entre sus últimas cartas del pataleo. El sí o el no, serán para el régimen, no para El Esequibo. Las respuestas en nada variarán los hechos jurídicos, diplomáticos o militares que pudieran suscitarse. La única forma de que me lleven a votar por ese adefesio de consulta es que signifique la escogencia por la vida. Del resto, eso no es conmigo. Para nada.