En América Latina, las ideas liberales son conocidas. Son el sustento doctrinal y constitucional de nuestros procesos emancipadores y posterior desarrollo republicano. Si asumimos el criterio del “sufragio universal”, los primeros en adoptarlo fueron Ecuador en 1924, Uruguay en 1927, Venezuela en 1947, El Salvador en 1950, Argentina en 1951, Bolivia en 1952 y México 1953.
Es importante tomar en cuenta que la democracia a partir del sufragio universal es historia reciente a nivel global, centrada en el siglo 20. Anteriormente el voto era restringido a una minoría, usualmente propietarios: sistema electoral que, con sus vicios y abusos, restringía aún más el voto.
La democracia es una tarea pendiente en nuestro país, que implica recuperarla y evitar los errores del pasado. Si se asume el criterio del sufragio universal, directo y secreto, en Venezuela empezó en 1946 con un decreto de la Junta de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, aprobada como Ley en 1947 por el Congreso de la República. La democracia se pierde entre 1949 y 1958. Y a partir de 2013 no volveremos a tener elecciones confiables. El sufragio y el sistema electoral no generan confianza en el electorado por razones conocidas por los venezolanos.
La democracia es mucho más que votar, pero su legitimidad comienza allí, en el acto soberano del ciudadano que elige. El próximo año 2024, tenemos un proceso electoral presidencial y, con mucha probabilidad, también para elegir gobernadores y alcaldes. El actual CNE vuelve a ser conformado por una mayoría pro-gubernamental, 3 a 2. A pesar de ello, hay una posibilidad de participación de la oposición con la confianza de poder movilizar tantos electores que el amenazante y potencial fraude no pueda funcionar. Esta posibilidad es nuestra mejor opción, una transición electoral a la democracia recuperada y necesaria, para reunir al país en su pluralidad política e ideológica sin exclusiones.
Lo anterior es necesario para garantizar la gobernabilidad y la recuperación económica y afrontar positivamente las soluciones que hagan falta en el ámbito social, de infraestructura y de servicios, destruidos y en precariedad. La democracia es un valor civilizatorio de un sistema político imperfecto, pero perfectible, cuyos pilares sean el Estado de Derecho real y no solo declarativo, al igual que los Derechos Humanos y el Bien Común.