Creo que es necesario actualizar la agenda electoral de todas las organizaciones de la sociedad civil, capaces de contribuir a un esfuerzo y a una ambientación cada vez más generalizado a favor de la alternativa libre y democrática para 2024. Sobre todo, en los sectores juveniles deben pasar por una trascendental experiencia cívica, como la que pocos han tenido bajo el socialismo del siglo XXI, en todas las universidades del país.
En su libro, ”El poder brujo. Ensayo de polémica y otras tintas” (Monte Avila Editores, Caracas, 1991), Manuel Caballero observaba que el fenómeno de la extrema politización de la juventud venezolana tuvo por etapas estelares la que arrancó en 1945 y repitió por 1958, importando la concesión del voto a los muchachos en edad militar que movió a los partidos a crear organismos especializados, y la discusión en los liceos y universidades, después reducidos a un papel festivalesco (133, 139). Por cierto, subrayaba la fase de abierta despolitización que se notaba desde muy principios de los años noventa del siglo veinte.
Es tiempo ya que los jóvenes vuelvan masivamente a la política, militando o no en un partido. Buena parte de los que honraron su compromiso ciudadano en 2014, o 2017, se vieron forzados a un exilio real, no inventado, requeridos desde hace mucho deun relevo.
Por ejemplo, la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, está ya en el deber de propiciar la renovación de su cuadro directivo, dando ejemplo de civismo y de civilidad. Cito el ejemplo, porque la casa de estudios es el referente por excelencia del país y pudo realizar sus elecciones rectorales, y también porque es legítima heredera del temple, la claridad y el coraje del movimiento estudiantil que hizo de 1928 y 1958, otras de nuestras gestas republicanas.
Hay que bregar por liberar al país y nuestros muchachos tienen la palabra, iniciando la veintena de edad, si excusas. Hablamos de una juventud histórica, llamada a hacerla y protagonizarla, por supuesto.