Las imágenes de las vidrieras destrozadas, de los cristales rotos alfombrando las veredas, de los negocios arrasados, de las sinagogas ardiendo ya las habíamos visto.
Por infobae.com
Unos años atrás aparecieron otras que redimensionan la tragedia, que le agregan, de manera explícita, en primer plano, sin dejar fuera de campo, el drama humano. No es que fuera necesario, pero es útil para confrontar a aquellos que preferían negar lo evidente.
En 2016, se murió el abuelo de la joven Elisheva Avital. Un hombre mayor que había combatido en la Segunda Guerra Mundial, que había participado del triunfo aliado sobre la Alemania nazi. Integró uno de los primeros batallones de las fuerzas norteamericanas en llegar a las ciudades alemanas. Pero ni ella ni su hermana ni su madre supieron mucho más. El hombre nunca quiso hablar sobre lo que sucedió en la guerra, sobre lo que había visto.
Las tres mujeres fueron a desarmar la casa del ex combatiente. Mientras ponían ropa en bolsas para donar, atesoraban algún recuerdo y calculaban el valor de muebles y jarrones, Elisheva encontró un álbum de fotos. Intrigada, lo abrió: “Apenas vi las imágenes fue como si me quemaran las manos”.
En las primeras imágenes se ve el saqueo a casas de judíos la noche del 9 de noviembre de 1938, la “Noche de los Cristales Rotos”. Son hombres y mujeres en batas, pijamas, camisones; están despeinados, en su mirada hay perplejidad, algunos sangran. También se perciben sus casas destruidas.
En las siguientes páginas, Elisheva vio fotos de los negocios saqueados. Cajas y cajones amontonados, la mercadería robada y la poca que queda, arruinada. Oficiales nazis rompiendo vidrieras con un palo o destrozando muebles interiores con una maza. En una de las imágenes, además de los nazis uniformados, se ve a civiles, elegantemente vestidos, parados en primera fila, con una sonrisa amplia, satisfecha, divertida, disfrutando de la destrucción. Como si se tratara de un espectáculo.
Las siguientes imágenes conforman una secuencia. Nazis en una sinagoga derribando sus sillas y bancos, rompiendo lo que encuentran a su paso. En la segunda foto los soldados están tirando nafta sobre los asientos aterciopelados y en el suelo. La foto final es la del interior de la sinagoga ardiendo. Más adelante, encontrará una última postal del templo. Es de la mañana siguiente. Sólo queda el esqueleto del edificio, el fuego consumió el resto: restos y escombros chamuscados a cielo abierto, el techo también sucumbió. Se supo después que se trataba de la sinagoga de Fürth.
En otra se ve a los nazis saqueando los objetos valiosos del templo o cargando los libros sagrados y llevándolos para ser destruidos en otro lugar.
La chica lloraba mientras pasaba las páginas. Con cuidado sacó una e inspeccionó su reverso. Allí se encontró con un sello y una fecha. Los autores eran dos fotógrafos alemanes: Fritz Wolkenstörfer y Karl Neubauer. Algunas fueron tomadas en la ciudad de Fürth, otras en la de Nuremberg.
Las imágenes muestran que estos fotógrafos no hicieron su trabajo subrepticiamente, con la lógica del paparazzi, del que roba imágenes. No hay afán periodístico en esas fotos. Nada de eso. El suyo es un registro oficial, casi pericial, bien pegado a soldados y oficiales, sin molestarlos pero registrando lo que sucedía. Algún comandante creyó que debía dejar constancia de lo que sus hombres estaban haciendo. Sin el menor afán de denuncia sino de glorificación, para mostrar que habían cumplido las órdenes y que hasta habían tenido iniciativa propia perpetrando daños y males mayores a los imaginados.
9 de noviembre de 1938. Pasaron 85 años. Kristallnach. “La Noche de los Cristales Rotos”. Las estadísticas oficiales hablan de al menos 91 muertos (se cree que el número real fue cuatro veces superior), 30 mil judíos deportados a los campos de concentración, 7.500 locales comerciales destruidos, 1500 sinagogas incendiadas, casi la totalidad de las existentes en Alemania.
No fue el comienzo de la barbarie. Se había iniciado al menos un lustro antes. Persecuciones, segregación y maltratos permanentes para los judíos. Sin embargo, el 9 de noviembre se produce un quiebre evidente, se cruza una frontera, se logra superar un nivel más en la escala de la abyección.
Lo que sucedió esa noche no es un episodio aislado, ni el mero anuncio de lo que vendría. Para que ocurriera “La Noche de los Cristales Rotos” intervinieron todos los actores que posibilitaron el Holocausto. La decisión de los líderes, las SS, el odio, la ambición, la ayuda activa de muchos, la indiferencia de otros.
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