El inicio del año 2024, nos resulta una ocasión propicia para discernir acerca del hecho de que, desde los albores de la humanidad, los hombres han tenido la imperativa necesidad de conocer lo que les depara el futuro.
La milenaria civilización china desarrolló el I Ching, enigmático libro que permite al buscador sincero tener una respuesta precisa a sus mayores interrogantes. En Oriente y en Europa son las estrellas, a través de la Astrología, las que permiten descubrir el devenir, de acuerdo con el lugar y la hora de nacimiento, y determinar la pertenecía a uno de los Doce Cuadrantes del Zodiaco. No son pocos los que dan las respuestas a nuestras preguntas sobre el futuro: el Oráculo, la Quiromancia, los Videntes, los Chamanes, tirar las cartas, el Tarot, la Numerología, las Líneas de la mano y muchas más.
Después de la época de la Ilustración, con Descartes y el imperio de la razón, los métodos de la futurología pasan de lo esotérico a lo científico; de lo general a lo particular. Tuvo sus repercusiones en los negocios y la economía, después que se fundara como ciencia, con Adam Smith y la Riqueza de Las Naciones, momento en el cual, aparecen los economistas como los nuevos videntes del rumbo de la empresa y la economía. Pasaron de adivinar a “predecir” el futuro.
Una de las primeras aplicaciones de la futurología a la ciencia económica, fue la creación del concepto de los ciclos económicos, con los se intentaba explicar las recurrentes, pero impredecibles caídas de las Bolsas de Valores y la actividad económica. Definieron ciclos de corto, mediano y largo plazo, este último llamado de Kondratieff, ciclos de precios de 50 a 54 años.
Con la visión en el futuro, vinieron los Planes económicos de empresas y de naciones como los Planes Quinquenales de los soviéticos o los de cuatro años de CORDIPLAN, en Venezuela.
Con la planificación, vino el auge de los modelos econométricos, cada vez más complejos, especialmente con la llegada de la computación. Sistemas estos con parámetros y variables interdependientes, que, a semejanza de los meteorólogos, lograrían presagiar el futuro de la economía en base a complejas fórmulas matemáticas, y otros, como las variables predictoras, es decir, variables económicas cuyos cambios permitían pronosticar el comportamiento posterior de otra variable concatenada. Por ejemplo, automóviles y cambio climático.
En la Bolsa de Valores, donde una acertada predicción se convierte en dinero, comenzaron con indicadores financieros, a través de los cuales se podía conocer la solvencia y liquidez de las empresas para inversionistas, como Warren Buffet de Berkshire Hathaway, que usaron el método estructural para convertirse en uno de los hombres mas ricos del planeta. Frente a la Inversión estratégica aparece la Inversión táctica, donde inversionistas tácticos, con el análisis de las subidas y bajadas de precios en Bolsa, sin saber el tipo de negocio o sector de la empresa, pronostican el comportamiento de los precios a muy corto plazo, con las múltiples pantallas de cuadros y gráficos estadísticos que provee Bloomberg Terminal.
Después de años de utilización de la Planificación estratégica y los modelos predictivos, comenzaron a percatarse de que cada vez con mayor frecuencia, ocurrían cambios disruptivos que eran totalmente impredecibles, y ponían en entredicho los resultados de todos los modelos predictivos.
La aparición de las llamadas tecnologías disruptivas, una innovación que crea nuevos mercados, lleva a las tecnologías anteriores a la inmediata obsolescencia. El arribo de la WWW a finales del siglo XX, la nanotecnología, nuevos materiales, el Blockchain, AMAZON, la Inteligencia Artificial (AI), los servicios en la Nube, la Computación Quántica, por mencionar algunas de las últimas.
No solo las tecnologías disruptivas sino los acontecimientos inesperados, como el ataque a las Torres Gemelas 9/11, la pandemia del COVID19, la invasión rusa a Ucrania, el ataque de Hamas a Israel, el triunfo del loco Milei en Argentina o la paliza que María Corina Machado le propinó a la seudo oposición venezolana.
Una vez que se hicieron mas frecuentes estos acontecimientos disruptivos e inesperados, la confianza en la predictibilidad del futuro se derrumbó. Todavía hay quienes tienen confianza en los “escenarios”, pero la mayoría está ya convencida de que el futuro es impredecible. Que nos queda. Solo el corto plazo, la semana, o el mes como largo plazo. Como la pregunta que Elon Musk suele formular a sus ejecutivos: ¿Qué has logrado en los últimos 15 días?
Dia a día, aquí y ahora. Así construimos el futuro, no preocuparse por el futuro, sino ocuparse, construirlo.
Economista/Historiador. https://gerardolucas.wordpress.com/