Dura y cruel es la situación que viven los enfermos que ingresan al sistema de salud pública en Venezuela sea a un hospital, CDI o ambulatorio.
Abandonados a su suerte y a toda esperanza los enfermos se hunden en los infiernos, al dolor urgente a los llantos perturbadores que no son oídos por nadie.
A los enfermos pareciera que los condenan a no salvarse en todo un sistema cruel que no los ampara.
Es triste ver los pacientes con la mirada perdida y con rostros de pobreza en los pasillos de los hospitales públicos que buscan alivio en medio de sus sufrimientos. Es la violencia derivada de todo un sistema lleno de burocracia, maldad e ineptitud.
Sobran las palabras para describir el dolor de una madre que busca un paliativo para la enfermedad de su hijo.
Describir una estructura de salud que no funciona, que no sirve, que está desabastecido de insumos, sin instrumental médico y siempre colapsado.
Un sistema de salud que no logra responder a las necesidades sentidas de los enfermos que no pueden ingresar a una clínica privada por no tener un seguro costosísimo que los ampare.
Los caminos que transitan por ejemplo los que requieren de diálisis o enfermos de cáncer están llenos de incertidumbre y desesperanza con el fantasma de no poder salvarse.
Todos estamos expuestos a padecer por ejemplo de cáncer, y las cifras son contundentes para la Organización Panamericana de la Salud estima que en 20 años la enfermedad afectará a seis millones de personas en América Latina.
Es sencillamente la necesidad de sobrevivir ante la crueldad de lo inevitable.
Esto crea sentimientos de tristeza, impotencia, rabia cuando no hay para comprar un medicamento que sirva para aliviar la patología que hace que la poca vida que queda no sea un infierno de dolor.
Es urgente que el Estado garantice medicamentos y atención oportuna para los enfermos a veces en estado terminal.
Todos estamos condenados a padecer cualquier enfermedad, sin embargo, habrá algunos que tengan un buen seguro privado pero son la minoría. Los demás en medio de toda esperanza solo les queda luchar y pedir a Dios para mantenerse con vida.
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