Había poco para hacer en el pequeño pueblo de Asage, ubicado en el condado de Iowa, en el medio oeste de Estados Unidos. Eran un poco más de 5.000 habitantes, la mayoría de ellos dedicados a la agricultura y ganadería. Los domingos a la tarde los fardos de pasto podrían cruzar las calles del centro comercial que incluía un par de locales de comida rápida, un supermercado con un amplio estacionamiento y una cafetería en la que sucedía casi todo lo importante que pasaba en la localidad.
Por infobae.com
Allí vivía Noah Crooks, uno chico de 13 años que en el 2012 se la pasaba gran parte del día frente a la computadora jugando al Call of Duty. Era su juego preferido. El chico apagaba las luces de su habitación, cerraba la puerta y se convertía en un soldado que surcaba los campos de Europa para matar nazis.
Vivir para el Call of Duty
Gretchen Crooks era la mamá de Noah y todo el tiempo le pedía que deje, al menos por un rato, ese “maldito juego”. Le pedía que comparta la cena o el almuerzo en familia. Rara vez, el chico hacía caso. Se la pasaba en una silla desvencijada y con las manos grasosas de papas fritas sobre el teclado de la computadora. Vivía al mismo tiempo en la casa del pueblo y al mismo tiempo se trasladaba al desembarco aliado en Normandía o a una batalla en la campiña francesa durante la Segunda Guerra Mundial
Muchas noches la mujer y su marido, el papá de Noah, William, intentaban estrategias para despegarlo de la pantalla. El adolescente sólo vivía para cumplir misiones en el Call of Duty. Los ojos de Noah reflejaban el tono azul de la pantalla de su computadora. Las pocas horas en las que el chico estaba desconectado caminaba por las calles del pueblo y veía nazis por las calles a los que le disparaba en forma imaginaria.
Gretchen se había graduado de Mason City High School en 1992 y trabajaba como enfermera en Mercy Medical Center-North de Iowa. Era una mujer comprometida con sus vecinos. En 2005, había viajado a la costa de Nueva Orleans para ayudar a los pacientes desplazados por el huracán Katrina.
La relación de Gretchen y Noah se complicaba. El chico no podía despegarse de la computadora. Entonces, alrededor de las 19:30 del 24 de marzo de 2012, la policía de Osage recibió una llamada telefónica. De golpe se destapó lo que era una relación enfermiza entre madre e hijo de la que nadie estaba al tanto. Ese conflicto terminó de la peor manera. Fue puro horror.
La noche del crimen
La voz del niño sorprendió a los operadores. Noah se mantuvo en calma, casi como si estuviera pidiendo una pizza por teléfono. “Acabo de dispararle a mi mamá”. Luego continuó: “No estoy bromeando en absoluto. Ella está muerta. Tengo miedo. Maté a mi mamá con mi rifle. No sé por qué lo hice”.
El joven repitió esta afirmación varias veces, antes de comentar: “Traté de violarla. Intenté violarla pero no pude hacerlo”. Luego, Noah se disculpó por sus acciones y le dijo a la operadora del 911 que se mantenía en silencio: “Diles que mi arma está vacía. Sólo desearía que fuera un sueño para poder despertar y poder besarla y abrazarla”.
Desde la línea de ayuda mantuvieron al adolescente en línea mientras daban aviso a la policía de Asage. En esos momentos, sin inmutarse Noah le explicó al operador del 911 que Gretchen le había quitado su juego Call of Duty después de que él llegó a casa con malas notas en el colegio. Se lamentó por el hecho de que no podría casarse con su novia de octavo grado ni ingresar a una buena universidad. “Eso se va por el desagüe ahora. Voy a tener que mudarme. Voy a ir a la cárcel”.
Mientras Noah esperaba junto al cuerpo de su mamá que llegara la policía a detenerlo, le envió un mensaje de texto a su padre. El joven escribió: “Papá, maté a mamá accidentalmente. Me arrepiento de ello. Vuelve a casa ahora, por favor”.
Al principio, William no le creyó por lo que respondió en tono de broma: “Está bien. Simplemente tirala en el bosque. Nos ocuparemos de ella más tarde”. No fue hasta que recibió una llamada telefónica de la policía que se dio cuenta de que el mensaje de texto no era un chiste de su hijo.
Noah salió sin resistirse y los oficiales lo hicieron sentarse en el porche de la casa. Lo conocían desde chico, pero igual lo esposaron. Los policías entraron a la casa y allí hallaron los restos de Gretchen. El cuerpo de la mujer estaba tumbado en una esquina del sofá y tenía el torso lleno de agujeros de bala. La parte superior de su pijama estaba abierta y estaba desnuda de cintura para abajo. En el comedor encontraron el arma que había usado Noah, un rifle calibre 22.
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