Para la gran mayoría, Charles Spencer puede ser más conocido como el aristocrático hermano de Diana, Princesa de Gales, el hombre que en su funeral de 1997 habló contra los medios de comunicación y la Casa de Windsor, prometiendo que era la “familia de sangre” quien protegería a los jóvenes William y Harry tras la muerte de su madre. Entre los literatos británicos, sin embargo, se ha labrado una reputación como autor de varios libros sobre la historia de Gran Bretaña y organizador de un importante festival literario que se celebra en su finca ancestral de Althorp, una propiedad que hace que la mansión de la película Saltburn parezca una cajita de fósforos.
Por infobae.com
El acceso sin trabas a los archivos de la familia Spencer ofrece sin duda ventajas a cualquier historiador. Los miembros de la familia Spencer han sido actores importantes en Gran Bretaña desde Sir John Spencer, que amasó un imperio de cría de ovejas y compró Althorp, y que fue nombrado caballero por Enrique VIII en 1519.
En sus nuevas memorias, tituladas A Very Private School (Un colegio muy privado), recuerda cómo se enfrentó a un profesor abusivo que había pedido a una clase que nombrara a los generales que participaron en la batalla de Blenheim de 1704. El profesor, un “matón espantoso y sin sentido del humor” que le hizo perder sangre cuando lo golpeó a los 8 años, esperaba que los niños nombraran a dos hombres. Spencer, “porque teníamos una conexión familiar”, fue capaz de nombrar a 24, y de corregir a su profesor sobre la diferencia entre el general Charles Churchill y su hermano, el general John Churchill, duque de Marlborough, antepasado de Winston Churchill y primo lejano de Spencer.
Esta anécdota podría hacer que Spencer pareciera insufrible, pero su libro lo pone en contexto; los lectores pueden incluso encontrarse aplaudiendo este pequeño acto de resistencia. Un colegio muy privado es una exposición de la tradición de la aristocracia británica de enviar a los niños a internados y de los abusos especialmente crueles -tanto corporales como sexuales- que Spencer y sus compañeros sufrieron en un colegio, Maidwell Hall, en los años setenta.
Este no es un libro sobre Diana. Cuando aparece brevemente, es en momentos fugaces para poner de relieve el trastorno endémico de la infancia de Spencer: viajando con él en trenes entre padres separados que no se dirigen la palabra; enfrentándose a su padre cuando la depositan en su propio internado: “Si me quisieras, no me dejarías aquí”. Pero Spencer ha dejado claro su deseo de preservar en la intimidad los recuerdos de su hermana.
Más bien, al igual que Spare (En la sombra), la autobiografía reveladora publicada el año pasado por Harry, el sobrino de Carlos, se trata de las memorias de la miseria de un niño bien. De hecho, hay muchos ecos de ese libro: una infancia marcada por el sonado divorcio de sus padres; un niño al que se le niega el calor emocional en medio de la frialdad de las normas aristocráticas británicas.
Pero ésta es una obra más intelectual y consciente de sí misma. A diferencia de Harry, el noveno conde Spencer llena sus páginas de referencias apologéticas a su propio privilegio. “No escribo para solicitar ninguna simpatía especial”, comienza Spencer, haciéndose eco de las palabras de las memorias de Hilary Mantel de 2003: “La gente sobrevive a cosas mucho peores y nunca pone la pluma sobre el papel. Escribo para hacerme cargo de mi infancia”.
En cambio, se trata de una historia con un claro objetivo: confrontar al sistema escolar británico con los abusos que ha permitido durante mucho tiempo. Hay muchos detalles gráficos en este libro -algunos ya se han filtrado-, pero las acusaciones tienen más impacto cuando se leen aquí como una narración más amplia sobre el poder y cómo se abusa de él. Uno de los contemporáneos de Spencer cuenta que sus recuerdos de Maidwell son tan traumáticos que sólo puede verlos en blanco y negro (“El color estaba reservado para sus recuerdos del tiempo en casa”).
Spencer, desestabilizado por el divorcio de sus padres y la marcha de su madre del hogar, fue enviado a Maidwell Hall para aprender a ser un inglés. Allí conoce un mundo en el que los profesores maltratan a los alumnos y los mayores transmiten el mismo ciclo de violencia a los más jóvenes. Spencer nombra a los profesores responsables de los abusos sólo si ya han muerto, para evitar la ley británica de difamación.
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