Temblor, rigidez muscular, lentitud de movimientos… Son algunos de los síntomas causados por la pérdida de células cerebrales productoras de dopamina que hacen que la enfermedad de Parkinson se cruce en la vida de una persona. Y no son pocas, pues se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más común en el mundo tras el alzhéimer.
Por larazon.es
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor de 10 millones de personas padecen párkinson en todo el mundo. Y subiendo, «pues se trata de la enfermedad neurológica que más rápido aumenta su prevalencia, por lo que se estima que el número de personas con párkinson se duplicará en los próximos años, llegando a afectar a unos 20 millones en 2050, sin olvidar que también se incrementa la discapacidad y la mortalidad. De hecho, en los últimos 20 años la carga de la enfermedad ha aumentado significativamente», asegura el doctor Álvaro Sánchez Ferro, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), quien recuerda que en España alrededor de 160.000 personas conviven con esta patología.
Actuar en el origen
Cada 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Párkinson, motivo por el que merece la pena hacer un repaso de todos los prometedores avances que se están dando en los últimos meses. «El gran cambio reside en el trabajo de investigación que se está realizando para enfrentarse a la enfermedad a través de los mecanismos implicados en su aparición y progresión, ya que cada vez conocemos más al respecto, y no tanto en los síntomas que provoca, que es lo que podemos controlar hasta el momento», avanza el doctor Raúl Martínez, neurólogo e investigador del Centro Integral de Neurociencias AC HM CINAC, quien apunta a la inmunoterapia, a fármacos neuroprotectores y a la terapia génica como algunas de las vías de investigación que podrán marcar el futuro de la enfermedad a medio y largo plazo.
«Hay motivos para ser moderadamente optimistas porque hay diferentes líneas de trabajo en marcha en el campo del párkinson que pueden augurar buenas noticias futuras, pero lo cierto es que debemos ser cautos, pues en muchos casos todavía estamos en fases muy incipientes sin resultados positivos confirmados», advierte la doctora Mari Cruz Rodríguez Oroz, directora del Departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra.
El reto de parar la enfermedad
Buena prueba de esa incesante investigación se ha confirmado esta misma semana, ya que un estudio publicado en la revista «The New England Journal of Medicine» apunta al posible efecto en el cerebro que tiene un fármaco análogo de GLP-1, similar a los que se emplean para tratar la diabetes y la obesidad. «En concreto, se trata de la lixisenatida, un fármaco que, en un ensayo clínico en fase 2 realizado en pacientes de reciente diagnóstico, ha mostrado la capacidad de frenar la progresión de los síntomas motores del párkinson durante al menos 12 meses. Se trata de un estudio relativamente preliminar, ya que tan sólo se han analizado unos 150 pacientes, pero los resultados resultan potencialmente prometedores por esa capacidad de parar el desarrollo de la enfermedad», explica el doctor Martínez.
En concreto, de los 156 pacientes con párkinson diagnosticado de forma temprana que participaron en el ensayo clínico, la mitad fueron tratados con inyecciones subcutáneas diarias de lixisenatida y la otra mitad recibió un placebo durante un año. Tras este periodo, en quienes habían tomado un análogo de GLP-1 los problemas motores típicos del párkinson no progresaron, mientras que en quienes recibieron placebo sí se registró una pérdida de habilidades de tres puntos en una escala de 132. «Se trata de un dato que puede parecer pequeño y clínicamente poco importante, pero lo más destacado es que nos abre la puerta para seguir investigando ese camino relacionado con los análogos de GLP-1, aunque todavía es algo no definitivo y que requiere mayor investigación a largo plazo y en más pacientes», advierte el doctor Martínez, quien recuerda que «también sería necesario ver si ese potencial efecto positivo se logra en pacientes con la enfermedad más avanzada».
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