La sombra de una guerra ha disparado el miedo a la pobreza y la represión entre muchos iraníes, que temen que la ya difícil situación del país empeore si estalla un conflicto abierto entre Irán e Israel.
Frente al fervor militar de las autoridades, muchos iraníes parecen más preocupados por las consecuencias económicas y para las libertades de una hipotética guerra con Israel que por el propio conflicto.
Israel destruyó el 1 de abril el consulado iraní en Damasco, en un bombardeo en el que murieron tres generales de la Guardia Revolucionaría, según Teherán, que el sábado respondió con un ataque con cientos de misiles y drones contra el Estado judío.
Tel Aviv ha asegurado que responderá al inédito ataque iraní, que pese a su espectacularidad apenas causó daños.
“Si hay guerra en el país, ya nadie va a pensar en los problemas económicos o sociales”, dice a EFE Ali Reza, profesor de 35 años y padre de un hijo.
“La crisis económica nos está haciendo cada vez más pobres”, asegura este vecino de Teherán, que cree que si Israel ataca de nuevo a Irán habrá guerra.
No le falta razón. La economía iraní arrastra una inflación del 40 % y el rial se encuentra en mínimos históricos frente al dólar, lo que está empobreciendo a una clase media que cada vez tiene menos poder adquisitivo.
En el norte de Teherán, se puede observar a personas bien vestidas pidiendo una ayuda. “Cómprame pollo, por favor”, pedía recientemente una mujer que no tenía aspecto de indigente en el interior de un céntrico supermercado y no se trata de un ejemplo aislado.
Irán vive bajo las sanciones económicas que reimpuso Estados Unidos en 2018, tras abandonar el pacto nuclear. Y Washington ha anunciado nuevas medidas restrictivas centradas en la venta de petróleo iraní, lo que empeoraría aún más la situación.
Presión sobre las libertades
Además del empeoramiento de la situación económica, muchos temen que aumente la represión contra la población, algo que ya ha ocurrido de manera limitada tras el ataque iraní.
La Fiscalía iraní ha presentado denuncias contra los periódicos Etemad y Jahan Sanat, así como contra el director general del diario Eskan News, Yashar Soltani, y el analista Abas Abdi, por sus coberturas informativas del ataque.
“Una guerra le daría al gobierno la oportunidad de reprimir con mayor fuerza a los opositores, poniéndoles una etiqueta de traidores que cooperan con el enemigo”, dice a EFE Maziar, ingeniero de Teherán de 39 años.
El informático recuerda con pavor la guerra entre Irán e Irak de los años 80: “La gente hacía colas muy largas para poder comprar los alimentos más básicos. Ahora sería peor”.
Maziar menciona los vídeos que circulan por las redes sociales de mujeres que están siendo detenidas por la llamada Policía de la Moral, enfrascada en una nueva campaña para reimponer el uso del velo islámico.
“Estamos presenciando una batalla gubernamental contra las mujeres. Se llevan a las mujeres arrastrándolas por el suelo”, dice con horror.
Maryam, otra vecina de Teherán de 34 años que no lleva velo, teme que las autoridades aprovechen las tensiones con Israel para “actuar con mayor rigurosidad contra las mujeres sin hiyab”.
“No queremos una guerra”
Muchos iraníes no quieren una guerra y se sienten arrinconados entre los diferentes bandos.
“No queremos una guerra bajo ningún nombre”, afirmó en un comunicado la renombrada abogada y defensora de derechos humanos iraní Nasrin Sotudeh.
La activista resumió la difícil postura en la que se encuentran muchos iraníes al asegurar que condena el ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre, pero también la guerra del Estado judío en Gaza, el bombardeo al consulado en Damasco y el ataque iraní con misiles a suelo israelí.
Y se preguntó qué ha hecho Irán realmente por los palestinos, causa que apoya Teherán, uno de los principales aliados de Hamás, al tiempo que alabó a Sudáfrica, que llevó a Israel a la Corte Internacional de Justicia.
“¿Ha ayudado más Irán al pueblo palestino que Sudáfrica?”, se preguntó la renombrada activista, que ha sido encarcelada en numerosas ocasiones. EFE