Rusia está tan centrada en el antagonismo con Occidente, el principal aliado de Ucrania, que ha descuidado las relaciones con los países de su patio trasero, desde Armenia a Moldavia, donde ya hay fecha para un referéndum de ingreso en la Unión Europea (UE).
El vacío dejado por los rusos en el ‘extranjero cercano’ está siendo aprovechado por Estados Unidos y la Unión, que ven como las antiguas repúblicas soviéticas no quieren pagar los platos rotos de la guerra en Ucrania.
Moldavia, referéndum europeísta
Moldavia es el único país del espacio postsoviético al que los comunistas regresaron al poder (2001-2009), aunque esa oscura página es cosa del pasado. Desde 2021 los europeístas controlan tanto la Presidencia como el Parlamento.
Pese a la oposición de los partidos prorrusos apoyados por el Kremlin, la presidenta, Maia Sandu, ha conseguido impulsar un referéndum de ingreso en la UE. La consulta popular, que recibió esta semana el visto bueno del Tribunal Constitucional, coincidirá con las presidenciales del 20 de octubre.
Sandu, que busca la reelección, mostró desde el comienzo de la guerra un firme e incondicional apoyo a Ucrania -su país acoge más de cien mil refugiados-, lo que ha colocado a Moldavia en primera fila para entrar en la UE.
Durante estos dos años la líder moldava ha allanado el camino al declarar el rumano como lengua oficial, perseguir a todos los agentes de influencia de Moscú -el partido del oligarca Ilan Shor fue ilegalizado- y suspender la difusión de los principales medios de propaganda del Kremlin.
Con todo, la apuesta tiene sus riesgos. Tanto la región separatista de Transnistria como la Autonomía de Gagauzia, donde la lengua franca es el ruso, apuestan por reforzar las relaciones con el Kremlin.
Moscú incluso acogió el domingo un congreso en el que Shor, reclamado por la Justicia de su país, anunció la creación de un bloque electoral de cara a octubre con una agenda claramente prorrusa.
Armenia, retirada de tropas rusas
Las tensiones entre Armenia y el Kremlin no han dejado de aumentar, especialmente desde la disolución el pasado 1 de enero de la república separatista de Nagorno Karabaj, de donde tuvieron que huir más de cien mil armenios.
El primer ministro, Nikol Pashinián, asegura que Moscú ha preferido a un socio, Azerbaiyán, que a un aliado, Armenia. Los armenios van aún más allá y acusan abiertamente al líder ruso, Vladímir Putin, de traicionarles, al no acudir en su ayuda ante las continuas agresiones azerbaiyanas.
Por ese motivo, Armenia suspendió su participación en la alianza militar postsoviética (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) y ha reforzado la cooperación militar con Francia y Estados Unidos.
Además, Pashinián aseguró la víspera que los soldados rusos deberán abandonar la frontera con Azerbaiyán una vez ésta sea delimitada, tras el histórico acuerdo alcanzado el viernes entre Ereván y Bakú.
Recientemente, ya había anunciado que los guardias fronterizos rusos desplegados en el aeropuerto Zvartnots de Ereván desde 1991 se retirarán antes del 1 de agosto.
El Kremlin, que cuenta con una base militar en Armenia, también informó esta semana sobre el repliegue de las tropas de pacificación rusas del Karabaj, ahora una región azerbaiyana.
Las aspiraciones europeístas entre los armenios “son cada vez más fuertes” debido a “la decepción” con Rusia, admitió esta semana Ararat Mirzoyán, ministro de Exteriores.
Georgia, protestas contra ley prorrusa
Pese a que las heridas dejadas por la guerra en Osetia del Sur (2008) aún no han cicatrizado, el actual partido gobernante en Georgia, Sueño Georgiano, ha sido acusado en los últimos tiempos de tender puentes con Rusia.
Las sospechas volvieron a resurgir con el debate esta semana en el Parlamento del proyecto de ley de agentes extranjeros, muy parecido al aprobado en su momento por el Kremlin para reprimir a la oposición y a las ONGs al impedirles la financiación exterior.
El primer ministro, Irakli Kobajidze, defendió como pudo la ley que, dijo “se basa en los principales valores europeos, la transparencia y rendición de cuentas”.
Pero el daño estaba hecho. La iniciativa parlamentaria desató protestas masivas, enfrentamientos violentos entre policía y opositores en Tiflis, y serias advertencias de la UE.
“Todos los que voten por esa ‘ley rusa’ son traidores. Todos los países de la UE llamaron a Georgia a renunciar al proyecto, justo porque es ruso. Con ayuda de esta ley, las autoridades quieren forjar un régimen autoritario”, comentó a EFE Georgui Vashadze, diputado opositor.
La presidenta, Salomé Zurabishvili, apoyó las protestas y acusó a Rusia de intentar dividir la sociedad georgiana, llamamiento secundado desde el extranjero por las mayores estrellas del fútbol nacional, Kvaratskhelia (Nápoles) y Mamardashvili (Valencia).
“La senda de Georgia y su futuro están solo en Europa”, escribió Mamardashvili en las redes sociales.
EFE