La inmigración, en especial la calificada como ilegal, se suma a la inflación, la educación y la salud, como tema capital de la retórica política en Estados Unidos. Evidentemente, obedece a la inesperada oleada de extranjeros que arriban desde distintas regiones del globo impulsados por estrechez económica, guerras, o razones políticas.
Pero en un año electoral, el asunto se ha vuelto materia prima para los extremismos y teorías conspirativas que desde hace al menos una década minan el debate público estadounidense. A la inmigración le han asignado un término sustitutivo tocante a la seguridad nacional: La invasión. Una calificación que recuerda épocas remotas cuando el dicho servía para encarnizarse contra chinos y japoneses, “the yellow peril”.
La invasión es hoy expresión común en discursos de candidatos del partido Republicano al Congreso y legislaturas estatales, en posters, correspondencia electoral y entrevistas televisadas. La narrativa es que “la maldad atraviesa nuestras fronteras” materializando la conspirativa Teoría del Reemplazo, según la cual los “americanos”, ciudadanos caucásicos, serán desplazados por gente de otras razas y colores.
Llama la atención, sin atribuirle vínculo directo con el discurso político, cómo en este clima han ocurrido hechos graves. Entre otros, hace tres años en El Paso, Texas, un pistolero blanco asesinó en una tienda WalMart a 23 personas por considerarlas parte de la ”invasión latina”, este año, en Buffalo NY, otro liquidó a diez ciudadanos obsesionado por la Teoría del Reemplazo.
Hay una siembra de rabia y odio que en épocas anteriores había sido marginal, ahora tiende a estar en el mainstream de las campañas. Encuentra su caja de resonancia en medios como el canal Fox News, que fustiga la tolerancia inmigratoria como un proyecto perverso demócrata con fines electorales para cambiar la demografía del país.
Por su parte, la retórica del candidato presidencial, Donald Trump, sobre la materia no puede ser más coincidente, “Los inmigrantes están envenenando nuestra sangre…”