Lo que está en juego no podría ser más crucial.
Por: NY Times
Este julio, por primera vez en más de una década, los venezolanos votarán en unas elecciones presidenciales en las que participa un candidato de la oposición que tiene una oportunidad de ganar, por reducida e improbable que sea.
En medio de crisis económicas y democráticas que han ocasionado que más de siete millones de venezolanos abandonen el país en el que se considera uno de los mayores desplazamientos humanos del mundo, Nicolás Maduro, el presidente autoritario del país, ha hecho algo que pocos creyeron que haría: permitió que aparezca en la tarjeta electoral un candidato opositor que cuenta con un amplio apoyo.
Si bien es en gran medida un desconocido, el contendiente lidera en varias encuestas, lo que pone de relieve cuántos ciudadanos ansían un cambio.
No obstante, pocos se hacen ilusiones de que la elección será democrática o justa. E incluso si una mayoría de los electores vota en contra de Maduro, hay dudas generalizadas de que esté dispuesto a que los resultados se difundan, o incluso a aceptarlos si es así.
El presidente Nicolás Maduro se dirigió a sus seguidores en marzo luego de inscribirse como candidato para las elecciones presidenciales del 28 de julio.
Venezuela se prepara para votar en un momento en que el país enfrenta asuntos importantes que tendrán impacto mucho más allá de sus fronteras.
Entre ellos están la supervisión del futuro de las vastas reservas petroleras nacionales, las mayores del mundo; el restablecimiento —o no— de las maltrechas relaciones con Estados Unidos; la decisión de permitir que Irán, China y Rusia sigan apoyándose en Venezuela como aliado clave en el hemisferio occidental y el manejo de la crisis humanitaria interna que ha llevado al país, que había sido una nación próspera, a un sufrimiento inmenso.
Una victoria de Maduro podría impulsar a Venezuela aún más a la órbita de los adversarios de Estados Unidos, intensificar la pobreza y la represión y ocasionar que un éxodo humano aún mayor se dirija al norte, a la frontera estadounidense, donde el aumento del flujo migratorio se ha convertido en tema central de las elecciones presidenciales de noviembre.
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