En las últimos años, Maduro se había hecho famoso entre sus camaradas rojos por demostrar una fuerte resistencia a abandonar el poder, a pesar de que su gobierno es una basura.
Maduro había podido enfrentar las sanciones internacionales, la pavorosa crisis económica y el creciente descontento popular.
Para poder mantenerse en el cargo, no ha tenido miramientos a la hora de utilizar tácticas como la brutal represión, los fraudes electorales y la concentración de poder.
Pero de un tiempo a esta parte, nada de eso ha sido suficiente, por lo cual se muestra particularmente abatido.
Camina con la cabeza gacha, con una cara de tristeza que no puede disimular, tiene ojeras, mueve la cabeza como si no aprobara sus propios actos y ni siquiera habla de su tránsito por el llamado Polo Patriótico, como si considerara que fue un tiempo perdido.
Nadie sabe con exactitud qué es lo que pasa.
Algunos se lo atribuyen a la apoteósica popularidad de su principal rival, María Corina Machado, que contrasta con la ultra masiva repulsión que sienten por él los venezolanos.
Otros creen que se debe a las sucesivas experiencias de traiciones sufridas por parte de muchos de sus más cercanos colaboradores.
Se sabe -eso sí- que una de las cosas que más le ha dolido es la ingratitud de sus cómplices en el llamado Foro de Sao Paulo.
Como se recordará, hace unos meses, el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, visitó a Nicolás Maduro en Caracas y le planteó la insostenibilidad de su régimen en Venezuela.
Petro, junto con Lula da Silva (presidente de Brasil), propuso un pacto por la paz que prácticamente lo condenaba a tener que dejar el poder.
Petro y Lula sugerían una especie de plebiscito antes de las elecciones presidenciales. Es decir, una sentencia de muerte para su régimen.
El objetivo era asegurar una transición pacífica del poder si la oposición ganaba, como todo indica que sucedería.
Eso -según sus camaradas- comprometería tanto al chavismo como a la oposición a respetar los resultados electorales y evitar cualquier tipo de violencia postelectoral.
Algunos analistas creen que, en las circunstancias actuales, es poco probable que el Maduro acepte firmar un acuerdo para su salida del poder sin que le garanticen previamente su seguridad y la de los suyos.
De allí la reanudación de las negociaciones directas con el único país que le pudiera dar ese tipo de garantía: Estados Unidos.
En resumen, el plan de Petro busca una solución pacífica y democrática para Venezuela, pero su implementación enfrenta desafíos significativos debido a la situación política actual.
La comunidad internacional está atenta a los acontecimientos y espera que se respeten los derechos y la voluntad del pueblo venezolano en las próximas elecciones.
Maduro quiere garantías y eso solo se la puede dar EEUU y ello aumenta las tensiones entre sus partidarios.
La inmensa mayoría de los venezolanos, según las últimas encuestas, lo único que quiere es que se vaya y nos deje en Paz.