La campaña rumbo al proceso del 28 de julio en Venezuela se mantiene con perspectivas y gráficas elocuentes sobre las tendencias de opinión demoledoras contra el chavismo.
El mensaje de un futuro deseable llena los eventos masivos con la marca propia de María Corina Machado, mientras las incontables violaciones de derechos cívicos y humanos de la dictadura evidencian lo que buscan contener.
La campaña de Nicolás Maduro deja muchas interrogantes, especialmente sobre su exposición en apariciones que claramente no le benefician, como asistir a concentraciones con baja o nula afluencia o contar nimiedades en TikTok para generar conversación.
Desde el inicio, parece que los estrategas del régimen saben que no tienen ni tendrán una base electoral competitiva para “ajustar” cómodamente sus resultados con su ministerio electoral.
A menos de 50 días -en el mejor de los casos para el régimen- el embajador González Urrutia los aventajaría por 30 puntos, según concuerdan los principales estudios de opinión locales y extranjeros.
¿Con qué saldrán?
Ante un panorama tan claro, el régimen puede caer en una espiral de desesperación. Tiene opciones, pero las menos rebuscadas tienen limitaciones y riesgos que aún pueden estar sopesando.
Una sería buscar una excusa para suspender las elecciones, convocando cualquier tipo de emergencia (desde 2016 los decretos de “emergencia económica” se han prorrogado indefinidamente) o agitando nuevamente los vientos de guerra contra Guyana por el territorio Esequibo.
Otra podría ser apuntar contra el candidato, buscando sacarlo de la contienda a última hora por cualquier excusa, evitando el varapalo por unos meses.
No obstante, evitan aplazar el proceso indefinidamente porque con toda alevosía adelantaron la fecha en lugar de hacerlo en diciembre, cuando se deben efectuar legalmente en las presidenciales.
La principal hipótesis es que la elección presidencial de Estados Unidos es una incógnita que podría complicar su subsistencia ante la amenaza de negociar con la administración de Trump nuevamente.
Y, como todos pueden imaginar, el fraude electoral será su opción en el día de la elección.
Machado recorre el país y monta estructuras preparándose para hacer conteos y defender el voto en la misma mesa. Las actas de conteo se enfrentarán a la oscura totalización en un proceso seguramente lleno de arbitrariedades.
El sentimiento en la calle y el entusiasmo que levanta la candidatura unitaria de González Urrutia con María Corina Machado debe traducirse en una avalancha de votos. Las acciones del fraude deben desnudar al régimen y mostrar cualquier pretensión de arrebatar el derecho al cambio como una acción grotesca.
El más riesgoso de los escenarios
Desde el principio María Corina ha dicho a los afiliados de su partido: «nadie nos regalará nada», menos una dictadura, que mientras está en conversaciones con actores internacionales, mantiene la incógnita de lo que están dispuestos a hacer internamente.
No habrá comisiones de expertos independientes, ya que técnicamente en Venezuela desde los tiempos de Chávez no hay observaciones, solo veedurías. La diferencia es que los primeros pueden hacer informes, mientras los otros son solo “mirones de palo”.
Ni siquiera permitirán a la Unión Europea observar, a pesar de levantar varias sanciones. La razón de Jorge Rodríguez es que no se la quitaron a su hermana Delcy.
Más llamativos son los casos de Colombia y Brasil, ambos países involucrados en procesos de negociación, que no enviarán a nadie para observar el proceso. Brasil no dio explicaciones, mientras Colombia dijo que no le dio tiempo. ¿Qué evitan decir?
Por su lado, el Departamento del Tesoro de EEUU lleva dos meses expidiendo licencias para negociar y explorar hidrocarburos, volviéndose una suerte de administrador del petróleo venezolano. Nada más sobre la mesa.
Para defender sus votos, los venezolanos cuentan consigo mismos y la movilización de la campaña ha sido clara. El entusiasmo que está levantando María Corina busca transformarse en una diferencia de votos avasalladora.
A medida que pasan los días, el panorama del chavismo como sociedad de cómplices entra en una disyuntiva peligrosa, pero eso no puede amilanar a las fuerzas democráticas.
A la cúpula socialista no le preocupa la falta de legitimidad, porque saben no tenerla. Su poder es la fuerza de las armas y la violencia en todas sus expresiones.
Su principal temor es que esa fuerza ya no sea suficiente para contener el descontento generalizado de una población que no está dispuesta a dejarse robar su futuro, junto a los deseos de una parte de su propia cúpula que tampoco quiere perderlo.
Como en la mayoría de los regímenes socialistas, este tampoco ofrece sucesión de élites. La camarilla de Nicolás Maduro incluso hizo cacería al numeroso grupo de Tareck El Aissami.
Solo en el estado Trujillo, los dos principales precandidatos a la gobernación por el PSUV en 2021, Hugo Cabezas y Hugbel Roa, compañeros de El Aissami, fueron reemplazados al final de la contienda por un individuo que no estaba en los tarjetones. En 2023, ambos estaban esposados ante las cámaras de VTV.
Las fisuras internas se agravarían ante la posibilidad de seis años más de cacerías internas. Para varios de esos personeros con canales de negociación propios, una apertura democrática podría salvar su futuro.
Si el régimen se atreve a hacer un fraude masivo, ante el evidente contexto de crispación, podría desatarse un escenario muy riesgoso para todos, inclusive para ellos mismos.