En la madrugada del 5 de noviembre de 1989, el silencio envolvía la mansión en San Diego de Dan Broderick y su joven esposa, Linda Kolkena. Apenas despuntaba el alba cuando una sombra se deslizó por la casa, moviéndose con sigilo y determinación. Era Betty Broderick, de 41 años, la exesposa de Dan, quien llevaba consigo una pistola. Betty Broderick, una vez una esposa devota y madre, ahora se encontraba al borde de una tragedia que sacudiría a la nación.
Por infobae.com
La puerta se abrió sin esfuerzo, la mujer usó las llaves de su hija. Con el corazón acelerado y la mente nublada por una mezcla de furia y desesperación, Betty subió las escaleras hacia la habitación donde Dan y Linda dormían. Al percibir su presencia, la mujer se despertó y gritó. Pero la súplica fue cortada por el sonido atronador de los disparos. Dan Broderick intentó alcanzar el teléfono para pedir ayuda, pero Betty, implacable, arrancó el cable de la pared.
—Está bien, me disparaste. Estoy muerto —dijo Dan con voz débil, luchando por respirar.
—Tenía que hacerlo —respondió Betty, arrancando el teléfono de la pared.
La noche del crimen
Linda Kolkena, la joven y atractiva segunda esposa de Dan, recibió dos balazos mortales, mientras que Dan fue herido mortalmente. Betty Broderick, en un acto final de desesperación y rabia, abandonó la escena. Dejó atrás un rastro de muerte y destrucción.
Horas más tarde, Betty se entregó a la policía y confesó el crimen que había planeado. La pregunta que flotó en el aire era inevitable: ¿Podría alguna vez encontrar paz después de tal acto? Su historia estaba lejos de terminar, y la justicia pronto tendría la última palabra.
El matrimonio de Betty y Dan comenzó como una historia de amor llena de promesas y sueños compartidos. Nacida como Elisabeth Anne Bisceglia el 7 de noviembre de 1947 en Brooklyn, Nueva York, Betty fue criada en una familia católica devota. Su vida parecía estar trazada hacia un camino de estabilidad y fe, con planes de asistir a una universidad católica local tras graduarse de la escuela secundaria. Sin embargo, su destino cambió drásticamente a los 17 años cuando conoció a Dan Broderick durante un partido de fútbol americano en la Universidad de Notre Dame en Pittsburgh.
Matrimonio tóxico y divorcio
El 12 de abril de 1969, Betty y Dan se casaron, y ella asumió el papel de apoyo mientras Dan completaba sus estudios en la Escuela de Derecho de Harvard. Durante esos años, Betty trabajó como maestra de primaria y niñera para sostener económicamente a su familia. Tras la graduación de Dan, la pareja se mudó a La Jolla, California, donde el hombre comenzó a ejercer como abogado y pronto se convirtió en una figura prominente en el ámbito legal. Llegó a ganar más de un millón de dólares al año.
Aunque su vida parecía perfecta desde el exterior, con membresías en clubes de campo, un Corvette, un bote y una cabaña para ir a esquiar a la montaña, el matrimonio de los Broderick comenzó a mostrar grietas. En 1983, Betty empezó a sospechar de la fidelidad de Dan cuando él promovió a su joven secretaria, Linda Kolkena, a asistente personal, a pesar de su falta de experiencia y habilidades básicas. La sospecha de infidelidad de Betty se confirmó y fue el catalizador de una serie de conflictos intensos.
Betty reaccionó con una mezcla de furia y desesperación. En un arranque de ira, quemó la ropa de Dan y le lanzó un estéreo. A medida que se desarrollaban los procedimientos de divorcio, Betty alegó que Dan hacía imposible que ella encontrara un abogado que la representara adecuadamente. En represalia, Betty irrumpió en la casa de Dan, vandalizó su dormitorio con pintura en aerosol y esparció comida por toda la cocina.
Linda Kolkena, una joven aspirante a ama de casa y madre, encontró el amor en el abogado Dan Broderick mientras trabajaba como su secretaria en su bufete de San Diego en 1983. Este amor, sin embargo, nació en circunstancias complicadas, ya que Dan estaba casado con Betty Broderick.
Linda Kolkena nació el 26 de junio de 1961 en Salt Lake City, Utah. Era la menor de cuatro hermanas y creció en una familia católica danesa, cuyos padres habían emigrado a Estados Unidos en la década de 1950. La tragedia golpeó temprano a la familia Kolkena cuando Linda tenía solo 11 años y su madre murió de cáncer. Su padre se volvió a casar poco después, y la vida de Linda continuó bajo la estricta disciplina y las tradiciones religiosas inculcadas por su familia.
Betty Broderick, también católica devota, había apoyado a su esposo durante sus estudios de derecho y medicina. Para ese entonces, los Broderick parecían tenerlo todo: una mansión en La Jolla, membresías en clubes de campo, un condominio de esquí, un bote y un Corvette. Dan ganaba más de un millón de dólares al año, pero la apariencia de perfección ocultaba las crecientes tensiones en su matrimonio.
La relación entre Dan y Linda comenzó de manera discreta pero rápidamente se convirtió en el centro de atención. Betty sospechó de la infidelidad cuando escuchó a Dan decir a un amigo en una fiesta lo “hermosa” que era su nueva secretaria. La sospecha se convirtió en certeza cuando Dan ascendió a Linda a asistente legal, a pesar de que no tenía las habilidades necesarias para el puesto.
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