“¿Cambiará algo?” En el gran bazar de Teherán, los iraníes se muestran divididos sobre la conveniencia de votar en las elecciones presidenciales del 28 de junio, con el trasfondo de los problemas económicos que sufren muchos de ellos.
Taghi Dodangeh es de los que no tiene dudas. “Votar es mi deber religioso y cívico. Lo haré hasta el último día de mi vida”, asegura este panadero de 57 años en los alrededores del gran bazar, corazón comercial en el centro de la capital iraní.
Ferviente defensor de la República Islámica, está decidido a emitir su voto para elegir al nuevo presidente, tras el fallecimiento de Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero el 19 de mayo.
Fariba, en cambio, se mantiene firme en convicciones opuestas. “Nunca voté y no lo haré”, dice sin titubeos esta mujer de 30 años, que tiene una tienda en línea. “Sea cual sea el presidente, no cambiará nada en nuestras vidas”, añade, sin dar su apellido.
La participación es uno de los datos clave de los comicios, a los que se presentan seis candidatos -cinco conservadores y un reformista- autorizados por el Consejo de los Guardianes, el organismo que supervisa las elecciones.
En las anteriores presidenciales, en 2021, hubo una abstención récord desde la Revolución Islámica de 1979, que se situó en 51%. En aquellos comicios, no hubo ningún candidato reformista ni moderado en las listas.
En Irán, el presidente es la segunda figura más importante del Estado después del líder supremo, que en la actualidad es el ayatolá Ali Jamenei, de 85 años, en el cargo desde hace 35 años.
Al principio de la campaña, Jamenei pidió a los iraníes participar “en gran número” en los comicios, afirmando que se trata de “un asunto importante” para el país.
Mahdi Zeinali todavía no sabe si votará. “Si uno de los candidatos me parece buena persona, votaré. Si no, no”, explica esta vendedora de 26 años, que espera que los candidatos, todos de más de 50 años, tengan en cuenta los reclamos de la juventud.
– Las mujeres y el velo –
“Los jóvenes son los más afectados por las dificultades económicas”, incluso si “el presidente Raisi hizo muchos esfuerzos” para mejorar su situación, considera Keshvar, un madre de familia de 53 años que lleva un chador, un velo que cubre la cabeza y parte del rostro.
Para Jowzi, una mujer de 61 años, es lamentable que “casi no haya diferencias entre los seis” candidatos. “No se puede decir que vengan de grupos diferentes”.
En su opinión, “poco importa que el próximo presidente lleve o no turbante”. De hecho, cinco de los ocho presidentes desde 1979 fueron figuras religiosas.
Entre los seis candidatos, los favoritos son Said Jalili, exnegociador ultraconservador del programa nuclear, Mohamad Bagher Ghalibaf, el presidente del Parlamento, y el diputado reformista Masud Pezeshkian, según un sondeo del instituto Ispa publicado el jueves.
Además de los temas económicos y sociales, las tensiones geopolíticas entre Irán y Occidente y la cuestión del uso obligatorio del velo para las mujeres son algunas de las principales preocupaciones de los electores.
“Antes de las elecciones”, las mujeres que no llevan el hiyab en los lugares públicos están “menos vigiladas” por las fuerzas del orden. Pero “cuando el voto ha terminado”, la situación vuelve a tensarse, asegura Fariba.
Para Jowzi, que usa el velo, igual que sus hijas, se trata de “un tema personal” en el que el Estado “no tendría que inmiscuirse”.
Preguntados al respecto, la mayoría de los candidatos han optado por una posición prudente, declarándose opuestos a la policía de la moral y al recurso de la violencia contra las mujeres que no lo usan.
AFP