Ganador de 14 premios Emmy, el conductor de RuPaul’s Drag Race y símbolo de la comunidad LGBTIQ+, vivió un verdadero tormento antes de que su alegre risa resonara en la televisión estadounidense
Una imponente mujer de dos metros de altura, con una gigantesca peluca rubia, y un glamuroso vestido ceñido. Su nombre es el “Monstruo”, el alter ego femenino de RuPaul Andre Charles. El excéntrico personaje le ha conseguido 13 álbumes de estudio, roles en televisión y cine, una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y una vitrina repleta de premios, desde los Billboard Music Awards hasta Emmys. Sin mencionar su patrimonio neto personal que fue estimado en 60 millones de dólares.
¿Cuál fue la receta de su éxito? “Dos cucharadas de Diana Ross, una pizca de Cher, un batido de Dolly Parton y todo sellado con la simpatía familiar de Walt Disney”, reveló en su libro de memorias, The House of Hidden Meanings. El artificio lo descubrió muy joven, pero justo a tiempo para que el mundo la conociera con “Supermodel”, uno de los mayores himnos de la comunidad LGBTIQ+.
Por supuesto, darle forma a su personaje requirió mucha práctica, aunque RuPaul llevaba ensayando años antes de que incluso su mente pudiese recordarlo. “Ni bien empecé a caminar intenté usar tacos. Cuando eres un bebé te atraen las cosas coloridas y brillosas. Sin embargo, eso jamás se detuvo en mí, nunca dejé de sentirme convocado por las cosas que se consideraban femeninas“, recordó.
Una temprana adicción a las drogas
Nacido en 1960, en la ciudad de San Diego, California, fue nombrado RuPaul luego de que su madre, Ernestine, consultara con una psíquica y esta le revelara que el pequeño está destinado a ser una estrella. La profecía pesaba sobre él desde su niñez, y en su imaginación infantil, soñaba con que algún día lograría cantar y bailar al lado de las divas pop que tanto admiraba.
Su inocencia recibió el primer gran golpe de realidad cuando fue abandonado por su padre a los 7 años. Tiempo después lo describiría como “una persona dañada por la sociedad. Dañado por la rabia negra”. El enojo contra su propia vida lo alejó de su familia, aunque junto a sus hermanas, RuPaul se sentaba cada día en el garaje repitiéndose: “El próximo auto será papá. El próximo auto será papá”. Pero él no volvió jamás.
El segundo golpe ocurrió en paralelo. Ser “sensible y homosexual”, le ocasionó problemas en el colegio, y el bullying se volvía incontrolable. El sentimiento de abandono y de víctima inició su consumo de marihuana. Tenía solo 10 años. “Era una época diferente. No es como la gente lo piensa hoy”, se justificó en sus memorias.
Las drogas fueron su mecanismo de supervivencia. Por lo que cuando el cannabis no fue suficiente, empezó con el “diablo rojo”, una variante del éxtasis que inició su propio infierno.
A los 15 años fue expulsado de su casa y se mudó a Atlanta junto a su hermana mayor y el esposo de esta. Allí empezó a estudiar en una escuela de actuación e irónicamente, lejos de su hogar, encontró a su primera familia. “Conocí a los míos. Los irreverentes. Entonces hice un pacto conmigo mismo. Si iba a vivir esta vida, lo iba a hacer en mis propios términos, incluso si esto me llevaría a levantarle el dedo medio a la sociedad en todo momento”.
Un ícono pop
Pero ser una celebridad de la vida nocturna fue útil cuando RuPaul decidió encaminarse hacia la industria musical. En 1993, lanzó Supermodel of the World, su disco debut. El proyecto de pop-house, funk y R&B hacía referencia a las supermodelos que había admirado durante los últimos años: Naomi Campbell, Cindy Crawford o Linda Evangelista.
En especial, el sencillo principal, “Supermodel (You Better Work)”, fue todo un éxito y alcanzó el puesto 45 en el Billboard Hot 100. El éxito comercial la convirtió en el ícono queer del momento, y tuvo varias apariciones esporádicas en televisión como artista invitada. Hasta que en 1996, el canal VH1 le otorgó su propio espacio llamado The RuPaul Show, un olvidado programa de variedades y entrevistas que emulaba al de Oprah Winfrey.
Copiar la fórmula de su ídolo no había funcionado la primera vez, pero la segunda sería diferente. En 2009, inspirado por el gran éxito de America’s Next Top Model, conducido por la supermodelo Tyra Banks; Rupaul sacó al aire RuPaul’s Drag Race.
Cocreado con la dupla Fenton Bailey y Randy Barbato, y bajo el sello de World of Wonder, el formato del show mezcla moda, desafíos, un panel de jueces y eliminaciones, al igual que el programa de Banks. Sin embargo, es el trasfondo emocional lo que realmente conecta con el público, desde miembros de la comunidad, hasta heterosexuales por igual.
En cada temporada, se revelan historias de concursantes que enfrentaron adversidades en sus propios hogares, agresiones en la calle, abusos de sustancias, y otras experiencias que, lejos de debilitarlas, las ha llevado a encontrar fuerza y amor propio bajo sus alter egos de cintura ceñida y grandes tacones.
“No rehúyen los temas serios. Las personas ahí hablan de ser gay en Rusia, o de lidiar con trastornos alimenticios, pérdidas personales o cáncer. Estas son cosas reales con las que tenemos que lidiar en nuestras vidas. No sólo las personas queer sino todas las personas. Pero el programa también está lleno de vida y felicidad, por lo que es un espacio realmente seguro para tener esas conversaciones”, reflexionó una de las ganadoras del show, Sasha Velour, acerca del programa.
Los concursantes más prominentes de RuPaul’s Drag Race lograron construir carreras sólidas en diversos campos. Trixie Mattel, por ejemplo, ha triunfado con su propio programa de YouTube. Bianca Del Rio tiene éxito en el cine y el stand-up. Jinkx Monsoon, Katya Zamolodchikova son otros de los muchos nombres que logran llenar grandes locales y discotecas de cada país en el que aterrizan.
“En Reino Unido había colas alrededor de la cuadra [para verme]. Me pregunté: ‘¿Cómo es posible que esta gente sepa quién soy?’ La gente que nunca te ha conocido, que de otro modo no tendrían idea de quién eres, tienen esta conexión personal y profunda contigo”, dijo Mattel para Vanity Fair.
Del Rio, quien tiene 2 millones de suscriptores en su canal de YouTube, también habló sobre su experiencia tras el programa: “Con mi gira personal, he estado en Australia, en Hong Kong, y me sorprendió que yo les importara. Ahí es cuando te das cuenta del poco poder de Drag Race”.
De las drogas a la redención
Por su lado, RuPaul logró el estatus de “Mother” (”Madre”) en el arte del travestismo, alejando el drag de la clandestinidad, e incluyéndolo en la cultura mainstream. Aún así, sabe que el “verdadero drag” no tiene realmente que ver con este mundo superficial, sino con la “ilusión”. “Todo lo que dices que eres y todo lo que se dice que eres en tu carné de conducir, todo es una ilusión. La mayoría de la gente nunca en su vida entenderá lo que es eso. Porque no tienen el sistema operativo para entender esa dualidad”, explicó a Vanity Fair.
Él está seguro que finalmente fue su consumo de drogas lo que le posibilitó lograr mantener su estilo de vida. “Las consumí durante 30 años. Los primeros 20 fueron fantásticos. Lo pasé muy bien. Fueron esos últimos 10 los que fueron un infierno”.
Considera que las sustancias le “salvaron la vida”, ya que la mantuvieron inconsciente de la crueldad exterior, hasta que finalmente tuvo la valentía para enfrentarlo. “Afortunadamente, encontré un programa de 12 pasos que realmente me ayudó. No estaría aquí si no fuera por eso, porque te brinda las herramientas para lidiar con todos los traumas de lo que es la vida”, aseguró.
Recientemente, World of Wonder confirmó que RuPaul’s ’s Drag Race será renovado para una temporada 17. A diferencia de otros programas, estos largos años solo han servido para solidificar su audiencia, manteniendo buenos índices de rating, e incluso, consiguiendo en 2023 el puntaje más alto de IMDB en toda la serie.
Su éxito perenne confirma las predicciones de la psíquica que consultó su madre. Rupaul es una estrella, sí. Pero específicamente es una enana roja, una de esas estrellas que “viven en las sombras”, y cuya tenue luz puede pasar desapercibida para algunos, pero logra influir en todo aquel que lo conoce.