En 1966, la serie de televisión Star Trek cautivó a las audiencias con la idea de viajar a velocidades superiores a la de la luz. La tripulación de la nave espacial USS Enterprise emprendía aventuras interestelares con la facilidad de encender un automóvil. Este concepto de ciencia ficción, que parecía inalcanzable en aquel entonces, plantó una semilla en la mente de muchos científicos, incluyendo al físico mexicano Miguel Alcubierre Moya. Alcubierre, fascinado por la posibilidad de hacer realidad estos viajes, se embarcó en una investigación que décadas después resultaría en una de las propuestas más innovadoras en el campo de la física teórica: el “warp drive” o impulsor de curvatura.
Por: Infobae
En la década de 1990, Alcubierre publicó una investigación que sorprendió a la comunidad científica. Su propuesta, conocida como el impulsor de curvatura de Alcubierre, sugirió una forma teórica de viajar más rápido que la luz sin violar las leyes de la física. La idea central era contraer el espaciotiempo frente a una nave espacial y expandirlo detrás de ella, creando una “burbuja de curvatura” que permitiría que la nave se desplazara de un punto A a un punto B a velocidades arbitrariamente rápidas. Para un observador externo, la nave parecería moverse más rápido que la luz, aunque dentro de la burbuja los pasajeros no sentirían ninguna aceleración.
A pesar de su potencial revolucionario, el impulsor de curvatura de Alcubierre tenía un problema fundamental: dependía de un tipo de energía llamado energía negativa. Esta energía implica el uso de partículas exóticas, una forma de materia hipotética que no se ha observado en nuestro universo. Las partículas exóticas tendrían propiedades inusuales, como masa negativa y oposición a la gravedad, pero hasta ahora solo existen en términos matemáticos. Esta dependencia en la energía negativa ha sido un obstáculo significativo en la viabilidad práctica del “warp drive” propuesto por Alcubierre.
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