Gran revuelo causaron las declaraciones del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Se refirió al susto que le produjeron las palabras del candidato y presidente en ejercicio Nicolás Maduro, en las que mencionó un baño de sangre si finalmente deja el poder, como todas las encuestas y las calles señalan que ocurrirá.
Internacionalmente se está sintiendo también el accionar dictatorial, despótico, desmedido, del tirano que ocupa Miraflores. No dejó que viniera la observación electoral de la Unión Europea, debido al informe detallado y profesional de las elecciones pasadas. Prohibió el ingreso al país de la representación observadora del senado español -cosa que no despertó mayor interés ni respuesta alguna, extrañamente-, y en cuanto el expresidente argentino, Alberto Fernández, quien venía a ver las elecciones y abrió nada ingenuamente la boca, le cerraron las puertas también.
¿Pretenden ocultar al mundo el resultado? Que se les ocurra, porque así sea desde lejos, todos los países y sus más conspicuos representantes están pendientes día a día de cuanto ocurre con estos tan importantes comicios para América Latina, para el orbe. En el primer trimestre del año, el presente Macron, de Francia fue a Brasil a entrevistarse con Lula, sin duda tocaron las elecciones en Venezuela. Seguramente han seguido en contacto llevando el pulso del accionar en Caracas. Nadie ignora, dentro ni fuera, los límites y desventajas con la circulación de la información, de la campaña, con los cierres de medios y portales; nadie ignora el incremento de presos políticos, la violencia política incontenible hasta ahora de un regimen que se sabe perdedor.
Ahora bien, Lula refiere dos conversaciones telefónicas previas a su pronunciamiento público. En las dos tuvo que haberle dicho, insistido, en el hecho de que si pierde, como hasta Lula sabe, debe dejar el poder, debe irse, debe pasar, si puede, a la oposición. Pero el sordo y pesado tirano lo desoyó, al punto que Luiz, luicito, le espeta al mundo sus intentos de disuadir al mandatario venezolano en vano. Un buen amigo de Venezuela, quien ya debe estar en Caracas, expresidente de Bolivia, Tuto, sugirió en una entrevista que Lula indirectamente ofrece refugio a Maduro y su familia. Lo que no sugiere Tuto es que Lula solo no ha podido convencer a Maduro a muy escasos días, horas, de que se dé el evento electoral.
Por allí salió quien ocupa el ministerio de la defensa con ambigüedad desacostumbrada a decir que quien pierda se va a descansar, y pusieron al hijo de Maduro también ambigüamente a explicar que quien gane, gana. Buscarán emplear todas sus estrategias para la evitación de la monumental derrota. Empezando por el ventajismo. Tal vez sólo para que la brecha con el ganador candidato opositor no sea tan honda. Por eso los inmensos límites a los votos de los venezolanos en el exterior, situación digna de analizar también. Se saben derrotados. Por eso la persecución, el desespero previo al llanto del más que indispensable reconocimiento.
Edmundo González, con la unidad democrática, será el próximo presidente electo en Venezuela. Pero, hasta ahora, Maduro no ha escuchado a Lula. No tiene más remedio que entender y aceptar. Los ojos del mundo están aquí. Los venezolanos votaremos y cuidaremos los votos y las actas, el triunfo. Miraflores tiembla y quiere esparcir miedo, terror. Pero la ciudadanía no aguanta más a estos sujetos en el poder tan mal empleado contra ella. Es el domingo, este domingo.