Lavinia Milano, de 46 años, no había dormido en días. Había rezado. Había llorado. Y el domingo por la noche, como millones de venezolanos, estaba pegada a su teléfono. Desde 2019, las embajadas venezolanas han estado cerradas en Estados Unidos, por lo que Lavinia y otras personas en el extranjero no pudieron participar en las históricas elecciones presidenciales de su país. Solo podían esperar con gran expectación el recuento final de votos.
“Tengo mucha fe”, dijo en español cuando la conocí en Sabor Venezolano, una tienda de importación venezolana en Spring, unas horas antes de que se anunciaran los resultados. El día había sido pesado y gris, al borde de la lluvia, hasta que de repente el cielo floreció de color. El atardecer fue, para Lavinia, una señal.
“No sé si será hoy, mañana, pasado mañana o dentro de 10 años”, afirmó. “Pero el final está aquí”.
Sin embargo, a primera hora de la mañana del lunes, el cielo no había cumplido todavía: las autoridades electorales de Venezuela declararon ganador al presidente autocrático Nicolás Maduro, extendiendo sus 11 años en el cargo por otros seis años. Eso a pesar de que las encuestas de salida apuntan a una victoria rotunda de la oposición, que dice haber obtenido el 73% de las actas de escrutinio, lo que demuestra que obtuvo más de 6 millones de votos frente a los 2,7 millones de Maduro.
Lavinia, como tantos venezolanos que se habían permitido tener esperanza después de 25 años de gobierno socialista represivo, estaba destrozada. Estaba furiosa. Pero, sobre todo, se aferró a las palabras de María Corina Machado, la ingeniera convertida en luchadora por la libertad y líder de la oposición a quien Maduro había excluido de las urnas: Esto es solo el principio del fin.
Lea más en Houston Chronicle