El sedicente, el autoerigido, Hannibal Lecter de la RoboLución, –que de criminal tiene mucho, como su prototipo, pero que de genial no tiene nada, a diferencia del referido personaje de la ficción– está histérico. No hay derecho.
Dice que va a promover una ley, que prohibirá a todo extranjero venir a Venezuela, a observar, a fisgonear elecciones.
Si esa normativa legal, llega a aplicarse ¿De qué van a comer, en lo adelante, los trigueños del Caricom, de la Unión Africana; los kirchneristas del OPEIR, los gigolós de la CELAC, que vinieron a matar el hambre y gozosos, express, sin chistar, avalaron la fraudulenta reelección del felón, la medianoche del mismísimo, 28 de julio pasado?
Y Zapatero ¿Cómo va a llevar el pan a su casa? ¿Y Samper Pisano y Leonel Ferrer, destetados, así, sin preaviso, anestesia, ni derecho a pataleo?
La señora Jennie Lincoln, jefa de la misión de observación del Centro Carter, con su español “tarzaneado”, que sí sabe de esas cosas, muy taimada, se gastó algunas bromas con el rector amoroso y tramposo, en una visita de cortesía a la sede central del CNE.
La represetación de observación electoral de Naciones Unidas, por su lado, se comprometió en documento dado, firmado y sellado, que mantendría en privado todos sus hallazgos en relación con las citadas votaciones de julio ¿Y para qué sirve —preguntamos entonces— una veeduría de esa naturaleza, si sus constataciones no se hacen del dominio público?
Pero cuando la narcotiranía dio por sentado que tenía el fraude electoral bajo control ¿Qué hicieron los referidos enviados del Centro Carter y de Naciones Unidas, apenas volvieron la espalda?
La señora Lincoln, a su regreso a Georgia, EE. UU., detonó el siguiente petardo: “La elección presidencial de Venezuela de 2024, no se adecuó a los parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada democrática”.
El informe de la referida misión de NN. UU., al nacer, dejó de ser privado, porque se filtró “involuntariamente” a los medios de comunicación. A saber: “NO (sic) hubo transparencia ni integridad, en el proceso de gestión de resultados, por lo que concluye que NO (sic) hubo una elección creíble en Venezuela”.
—¿Incumplirnos lo prometido, a nosotros, los narcorrobolucionarios, que “semos” la verdadera madre de la puñalada trapera y de la traición a la palabra empeñada? —clamó al Cielo, la mala caricatura, aumentada, sobre todo, más depravada, del Dr. Lecter, referida al comienzo.
Ha ocurrido desde que el Mundo es Mundo. Muchos burladores han sido burlados, aunque las peores acciones, suelen hacerse con las mejores intenciones.
Polifemo, antes de revelar su intención de devorárselo, trató de averiguar dónde estaba fondeada la nave de Odiseo, para destruirla y así impedirle escapar. Este último no cayó en la trampa. Engañó al cíclope, que era más poderoso, lo emborrachó y terminó por vaciarle el único ojo con el que había nacido.
En “Los Caballeros” de Aristófanes, un vendedor de morcillas, finge ser muy cruel, para deponer a Cleón quién, según el autor de tal obra de teatro, era demagogo y tirano en la vida real.
Todos conocemos al burlador más famoso. Don Juan, en las escenas finales, se burla de la escultura de quien asesinó, don Gonzalo de Ulloa, y el Convidado de Piedra, termina arrastrándolo hasta los mismísimos avernos.
Me parece verlo y oírlo todo. La mencionada causahabiente de Jimmy Carter y los integrantes de la Misión de NN. UU., se preguntaron, en coro, para sus adentros, jamás para sus afueras:
—¿Para qué confesarles con sinceridad a semejantes “malandros”, que hemos venido a observar, lo que se dice a observar de verdad tales elecciones? ¿Para que nos nieguen la entrada a Venezuela o nos metan presos, si tenemos la ingenuidad de presentar las evidencias de algún fraude, sin salir, previamente, disparados al exterior?
María Corina, también, los dejó en ridículo. Armó en sus propias narices la más formidable maquinaria antifraude que los tiene, ahora, contra las cuerdas y éllos, incluidos sus sapos castrocubanos, ahí, los últimos en enterarse cual maridos cornudos. El ingenio termina por prevalecer sobre la fuerza bruta, en este caso brutal.
Lo de veras relevante, no es que la narcopandilla desgobernante se dejó engatusar por los observadores de verdad —pruebas al canto— sino que el más votado de manera abrumadora en las elecciones en cuestión fue Edmundo González; que la supuesta reelección del súper, bigote, monigote, bobote, fue una farsa mal montada y que los burladores burlados, tendrán que acatar la voluntad de más de siete millones de venezolanos, sí o sí.
Por las buenas o por las menos buenas. Ustedes van a ver.
@omarestacio