Dennis Rodman caminaba como un volcán siempre al borde de la erupción. Conocido por su defensa férrea en la NBA y su explosiva personalidad fuera de la cancha, el polémico jugador pareció encontrar en Madonna, la diva pop, un reflejo de su propio caos. Aquel 1994, sus vidas se entrelazaron como una llamarada que consumió todo a su paso.
El Gusano había vivido toda su vida en el borde del abismo. Con su cabello teñido en colores estridentes, su cuerpo cubierto de tatuajes y piercings, y su capacidad para descontrolar un partido con la misma facilidad con la que arrasaba en la cancha, el basquetbolista se convirtió en un personaje más grande que la vida misma. A comienzos de los 90, su nombre no solo resonaba por sus logros en la NBA, sino también por sus frecuentes choques con la ley y sus comportamientos extravagantes. Fue en ese contexto cuando el destino lo cruzó con Madonna, una artista que, al igual que él, vivía para desafiar los límites.
Madonna vio en Rodman algo más que un simple romance. Conocida por reinventarse constantemente y por su capacidad para explotar las tendencias culturales, la cantante entendió que el rebeldía y la notoriedad que Rodman proyectaba podían ser un poderoso catalizador. En 1994, cuando empezaron a salir, Rodman acababa de pasar una temporada tormentosa con los San Antonio Spurs, marcada por intentos de suicidio, detenciones por conducir ebrio y un estado emocional inestable, que se profundizó desde que dejó los Detroit Pistons, donde estubo más contenido. Sin embargo, detrás de esa fachada descontrolada, la artista vislumbró el potencial mediático de convertir al pivot en un ícono del desorden que encarnaba la rebeldía de la década.
“Toda su teatralidad, como los aros en la nariz, tatuajes y fiestas nocturnas en bares gays, era parte de un acto que había creado junto a Madonna para llamar la atención”, supo ilustrar Phil Jackson, el mítico entrenador de los Chicago Bulls, en los que, junto a Michael Jordan y Scottie Pippen, Rodman ganó tres títulos en la liga de baloncesto más importante del planeta.
La relación comenzó con la intensidad que ambos solían imprimir a sus carreras. Se conocieron durante un partido en el Madison Square Garden. Madonna, fascinada por el magnetismo de Dennis, se obsesionó de inmediato. Era el tipo de hombre que encajaba en su plan maestro: tener un hijo de alguien que, como ella, desafiaba todas las convenciones.
Los medios no tardaron en volcarse sobre ellos. Un dúo imposible que mezclaba el brillo del espectáculo con la crudeza del deporte. Rodman no se resistió a la invitación de Madonna a una entrevista conjunta en Vibe. Allí, durante una sesión de fotos cargada de provocación, las chispas se convirtieron en fuego. Y así comenzó un breve pero turbulento romance.
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