Que se caigan los cielos
Existe un aforismo jurídico desconocido por aquel que estudió la abogacia sólo para tener un título y no para aprender el derecho como instrumento de la justicia y en base a ese conocimiento, tratar de ser útil para el bien común social y nacional.
En estos casos, la experiencia ha demostrado que generalmente, menos aprenderá de principios y valores luego que siendo abogado escale cargos y posiciones para los cuales no posee ni conocimientos ni credenciales reales, así los aduladores de rigor o ignorantes de turno le digan…”dotor”.
Es imposible para esas mentes oportunistas programadas por la naturaleza para ser subalternas, entender lo que significa ética o asimilar esenciales principios que deben adornar a un verdadero profesional del derecho, bien sea en el ejercicio privado, o como fiscal, juez o magistrado; más aún cuando por todo lo anterior, su paquete de presentación incluye almas corrompidas por ambiciones mezquinas.
“Fiat iustitia, ruat caelum” es un principio del derecho atribuido a Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, que al traducir del latín significa algo así como “Hágase justicia, aunque se caigan los cielos”
Esa máxima nos advierte que un juez debe tomar decisiones justas, a cualquier precio en términos de consecuencias prácticas.Significa colocar la prioridad de la justicia por encima de intereses individuales,grupos o corporaciones.
Claro, para ello se requiere mucha y verdadera autonomía intelectual combinada con coraje moral y grandeza juridica. Sabemos que eso no lo venden en botica ni se adquiere con un nombramiento oficial y, por muchas razones, es cada vez más escaso.
Como generalmente afirmo en muchos de mis escritos; un verdadero juez, a cualquier nivel debe aplicar aquello que la justicia no debe ser ni perversa ni bondadosa, solo debe ser justa.
Un político con dudoso título de abogado, ocupando cargos judiciales otorgados a dedo como premio a complicidades, nunca entenderá su significado; se limitará a obedecer.
Lejos está lograr retomar ese verdadero sendero del mérito y del orden. Ese sueño solo podrá iniciarse cuando el nombre del órgano que representa el poder judicial no siga escribiéndose con las aberrantes minúsculas que lo señalan subordinado a partidos políticos y a intereses bastardos.
Llevar esos intereses y egoísmos políticos a traspasar las puertas de los tradicionalmente denominados templos de Justicia que deberían ser los tribunales, siempre ha sido motivo de atraso, conflicto y cosas peores.
Solo hay que revisar la historia que ha demostrado en múltiples ocasiones y con muchos ejemplos nefastas consecuencias.
Al hacerlo, tal como lo expresó el insigne jurista Francisco Carrara , se evidencia aquello que “la justicia huye asustada por la ventana para regresar al cielo”. Tal huida tarde o temprano desata el infierno y en Venezuela el hedor a azufre se siente por sus cuatro costados.
Para volver a escribir tsj con las mayúsculas de la dignidad únicamente podrá hacerse engrandeciendo el calificativo de magistrado, de una institución desprestigiada y servil que desapareció la autonomía que le garantizaba la separación de poderes.
Unicamente se le otorgará esplendor con mentes brillantes de verdaderos juristas. Los mejores, demostrado como producto de legítimos concursos que no dejen duda de su legitimidad.
Mentes de lucidez incuestionable, que resplandezcan también por las luces de la probidad. En Venezuela hay por montón ciudadanos con estás características pero los chavistas saben que nunca podrán contar con ellos .
Son personas que jamás podrán subordinar la moralidad a la rutina mediocre de un gobierno que irrespeta principios y valores.
Por tal razón, la lista de los malos, de esos que con su título de abogado bajo la axila están en espera para venderse al Chavismo por un bozal de arepa, es larga y creciendo ya que múltiples universidades complacientes siguen otorgándole esa licencia al “hombre nuevo”.
Eso amigos lectores, a corto plazo no deja lugar a muchas opciones .
Caracas 03 de Septiembre de 2022. Angel Alberto Bellorin.