Llegó a ser el hombre en el poder más longevo del mundo. Gobernaba Zimbabwe con 93 años. Y no tenía pensado bajarse.
Por infobae.com
El país había conseguido liberarse en 1980. Y él, Robert Mugabe, había sido vital en ese proceso. Ese mismo año se consagró como el primer presidente de su país. El problema fue que en 2017, 37 años después, seguía siendo el único presidente en la historia de Zimbabwe.
Una de sus frases de cabecera era: “Zimbabwe soy yo”.
Fue una transformación a la vista del mundo y mucho menos paulatina de lo que muchos quisieron ver: Mugabe pasó de liberador a tirano.
La historia sangrienta de Zimbabwe
La de Mugabe podría ser una historia más dentro de la saga de dictadores africanos (aclaración necesaria: África no es el único continente que los tiene). Pero su historia tiene varias peculiaridades que la diferencian de las demás.
Él llegó al poder cuando los otros parecían estar en declive o ya habían sido desalojados del poder, cuando el estilo de excesos, caprichos y masacres había sido expuesto de una manera que se sospechaba no dejaba margen para el surgimiento de otro déspota caricaturesco.
Mugabe tenía otro pasado, un background diferente. Era un hombre con perfil intelectual, de perfil bajo y gestos leves, con una historia de lucha por la liberación, oponiéndose a la opresión había sufrido 11 años de cárcel, persecuciones y vejaciones varias. Él se presentaba como la cara racional contra el dominio brutal de la minoría blanca en lo que entonces se llamaba Rhodesia del Sur. Mugabe no era extrovertido ni usaba ropas coloridas, no hacía ostentación de riquezas ni tenía hábitos excéntricos. Sus discursos eran hasta aburridos. Una línea moderada que hablaba del progreso de su país y su gente. Al llegar al poder su mensaje fue comprensivo e integrador. Habló de dejar diferencias de lado, de olvidar viejos odios, de responder al rencor con amor. Prometió gobernar para todos. Y empezó haciéndolo.
De pronto, bajo su mandato, Zimbabwe comenzó a crecer. Bajaron los índices de pobreza y en especial logró acabar con la crisis alimentaria que su gente padecía. Hubo alimentos hasta para enviar a otros países limítrofes. Se convirtió en el granero de África. Otro foco importante de sus primeras políticas de gobierno de Mugabe fue la educación. Alfabetizó hasta a los habitantes de los rincones más alejados de su tierra.
Zimbabwe bajo el mandato discreto de Mugabe, con su prédica marxista-leninista, progresaba y se diferenciaba de otros países de la región. Mugabe se convirtió en la imagen de lo que debía ser un gobernante africano. Y su país era llamado La Joya de África.
Mugabe al poder
Supo construir poder oponiéndose férreamente, siendo muy duro, con la minoría blanca que había sojuzgado a él y a sus compatriotas durante décadas y también con Gran Bretaña, su mayor enemigo.
A fines de los ochenta la situación económica del país comenzó a debilitarse. Con las dificultades se empezó a develar la verdadera cara del líder. Un hombre ávido de poder, que perseguía disidentes y que era capaz de mandar a matar a quien se le pusiera enfrente. Ya no era el caudillo magnánimo de los primeros tiempos. Un monstruo comenzó a forjarse (o a parecer públicamente). Y su gobierno mutó en un régimen cruel, paranoico, asesino.
También se modificó el panorama en países vecinos. El triunfo de Mandela en Sudáfrica se convirtió en un nuevo problema para Mugabe. Era otro hombre que había sufrido la cárcel y las persecuciones (más largas y cruentas que las de él) y tenía una enorme repercusión internacional. Ya no ser la cara de África para el mundo, haber sido reemplazado por Mandela en la atención pública y para peor, que el estilo dialoguista y componedor, mirando al futuro del sudafricano, tuviera éxito lo devastó. Mandela se convirtió en uno de los grandes enemigos de Mugabe. Mandela fue uno de los que denunció internacionalmente el estado desesperante al que la tiranía de Mugabe había llevado a Zimbabwe; habló de un “trágico fracaso de liderazgo”.
Otra firme opositora a Mugabe y que ayudó a difundir sus atrocidades fue la Premio Nobel de Literatura Doris Lessing. La escritora creció y vivió muchos años en Rhodesia del Sur y fue una entusiasta impulsora defensora de Mugabe en sus años de lucha y los primeros tiempos de gobierno. Luego se transformó en una denunciadora serial de sus crímenes. Escribió artículos en su contra y habló de él en cada entrevista que le hicieron alrededor del mundo. La autora de El Cuaderno Dorado dijo: “Mugabe es un hombre muy malo, un asesino. Nadie esperaba que fuera así. Cuando llegó al poder la gente decía que era inteligente, que estaba bien rodeado, con buenos asesores, pero luego comenzó con las matanzas y se convirtió en un dictador, en uno de los peores dictadores”.
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