Humberto García Larralde: La razón enfrentada a la sinrazón

Humberto García Larralde: La razón enfrentada a la sinrazón

Lo que ha puesto claramente de manifiesto el bochornoso intento de fraude electoral de Maduro es que a él y a los suyos les tiene sin cuidado dónde está la verdad de los hechos. Saben, como todo el mundo, que al respecto no hay dudas. El 83,5% de las actas oficiales (https://resultadosconvzla.com/), su coincidencia con los exit polls y con las encuestas de opinión previas a las elecciones, son prueba fehaciente (y comprobable) de que Edmundo González Urrutia es el presidente electo de Venezuela. La voluntad popular expresada el 28-J lo escogió en una proporción de cerca del 70% del total de votos para que tomase posesión de la presidencia de la República el próximo 10 de enero. Y eso lo conoce la inmensa mayoría del pueblo venezolano, incluyendo Vladimir Padrino López y el comando militar, como el grueso de los chavo-maduristas que aún subsisten. Ni siquiera salieron a celebrar su supuesto triunfo. La opinión pública internacional también está clara al respecto y sabe que Maduro fue derrotado.

De ahí que el verdadero problema está en que quienes controlan el poder –porque controlan las armas—simplemente ignoran la realidad. Su negativa a mostrar las actas que respaldarían el supuesto triunfo de Maduro es clara confesión de que el fascismo no tiene interés alguno en dirimir donde está la verdad. La proclamación anunciada por Elvis Amoroso y refrendada por la presidenta de la sala electoral del tsj, al confiscar la voluntad popular, constituye un delito. Pero, optaron por construir una “realidad” paralela, que no comulga con los hechos reales, como refugio, dado el abrumador repudio de la población. Ahí los fascistas tendrán siempre la razón. La Gran Mentira de que Maduro ganó es la base de esa construcción. Pero lo que está en juego no es simplemente mentir, sino el hecho de que, aun habiendo perdido, está vedado que la oposición pueda suplantarlos, “ni por las buenas ni por las malas”.

La política, lamentablemente, no es ajena a la mentira. Algunos políticos, como Trump, la han convertido en la forma más común de anunciar sus ideas. Pero, en la mayoría de los casos, los políticos usan la mentira para intentar convencer a la gente de que la razón está de su lado. Chávez era un verdadero maestro en esta práctica, fabricando hechos y/o tergiversándolos para conseguir aplausos y justificar sus decisiones. Por su parte, partidos de izquierda están dispuestos, en principio, a despejar la verdad de la mentira, pues arguyen que su perspectiva es científica, por lo que admite ser contrastada con la realidad. Pero con la sinrazón del fascismo es distinto. La Gran Mentira de Maduro no busca convencer a nadie de que la razón está de su lado. Su fin, más bien, es aniquilar la verdad, borrando toda relación con lo que en realidad ocurrió el 28-J, para que quede solo su exclusiva y excluyente versión. Es la única admisible. Manu militari, no se discute. Olvídense de precisar dónde está la verdad.





Lo anterior explica la repulsiva actitud de Tarek W. Saab al ser entrevistado por Fernando del Rincón en CNN hace unos días. Con cara de tabla aseveró que Edmundo González Urrutia quiso cometer fraude al insistir en su triunfo, burlándose del ordenamiento jurídico. Por tanto, había que dictarle auto de detención. Las actas oficiales recogidas por la oposición que así lo constataban eran, por antonomasia, “falsas”. Tampoco importaba que el presunto triunfo de Maduro no se sustentase en evidencia alguna. La realidad paralela en que se sumergió blinda toda necesidad de aparentar una “verdad aceptable”.

El cinismo de este personaje lo ha convertido en uno de los más execrables de la claque fascista que se ha apoderado del Estado. Repugna su ponzoñosa invención de acusaciones contra quienes salieron a protestar, amparados en sus derechos constitucionales, el robo de Maduro y reclamando respeto por la voluntad popular expresada el 28-J: “terroristas”, “delincuentes”, traidores de la patria”. Y los cargos levantados contra EGU por “usurpación de funciones; forjamiento de documentos públicos; instigación a la desobediencia de leyes; conspiración; sabotaje a sistemas públicos; y asociación para delinquir”, expresan un increíble cinismo y desfachatez, pues estas imputaciones son, precisamente, lo que describe el comportamiento de Maduro, Amoroso y cía. Pero, como dijo Miguel Henrique Otero, al cínico lo que busca es destruir la verdad del otro para humillarlo y poderlo someter.

En este orden, la estólida reacción de Jorge Rodríguez, El Furibundo, ordenando romper relaciones con España por haber reconocido las cortes de ese país a Edmundo González Urrutia, no fue una muestra de destemplanza o de exageración aislada. Es parte de la realidad paralela que se construye. Lo confirma el grotesco sainete montado por Diosdado Cabello el día siguiente –con lote de armas como supuesta prueba–, anunciando la detención de dos españoles, tres gringos y un checo, por estar incursos en una supuesta conspiración organizada por la CIA y el Centro Nacional de Inteligencia de España, para asesinarlo a él y a Maduro. Alarmada por estas torpezas, en momentos en que EE.UU. revisa la licencia otorgada a Chevron, su hermana, Delcy, se reúne con Repsol, empresa petrolera española, para decirles que “no es con ellos”. Pero luego aparece el remedo de canciller, Yván Gil, insultando a Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea. En vez de construir alianzas y buscar neutralizar las amenazas, obnubilado por su burbuja de falsedades hace lo contrario, aislándose aún más.

Es práctica común del fascismo la construcción de mundos ficticios a base de mitos y falsificaciones con los cuales proyectar contraposiciones maniqueas entre un “nosotros, los buenos” y “ellos, los traidores”, para movilizar a sus partidarios. Cuando el Estado tenía control absoluto sobre los medios, se convertían en referencias únicas, visiones exclusivas de la realidad. Es el fundamento de todo totalitarismo. Hace desaparecer toda verdad o certeza de la que pueda asirse un ciudadano para defender sus derechos. Estos son suplantados por favores otorgados o suprimidos a discreción, según los intereses del poder. Resulta en un clima de inseguridad sobre el status de cada quien –si él / ella o alguno de los suyos va a ser detenido / a, si va a perder su empleo o alguna prestación–, que forma parte del arsenal que sojuzga a la población. Desaparece toda garantía, pero se premia la lealtad acrítica y la obsecuencia para con quienes controlan el poder. Las instituciones, expresión de leyes, normas, hábitos y valores que orientan la acción de los miembros de una colectividad, desaparecen. Reina la anomia, la voluntad discrecional del poderoso. Y va conformando las bases del terrorismo de Estado: operación Tun, Tun.

Es menester hacer lo necesario para desmontar y rechazar esa “realidad paralela” que se nos quiere imponer, un yugo del régimen para obtener nuestra anuencia. La mayor arma de la democracia, en estos momentos, es hacer que prevalezca la verdad, compartida por la inmensa mayoría de los venezolanos y muchas democracias. No dejemos que muera el reclamo porque sea respetada la auténtica voluntad popular: haber elegido a Edmundo González Urrutia presidente de Venezuela para el período 2025-31.

Es menester derrotar los intentos de “pasar la página” por parte de Maduro y los suyos con aquello de celebrar la navidad desde principios de octubre u otras distracciones. Sus torpezas e intransigencias muestran su desesperación, conscientes de tener un flanco abierto de gran vulnerabilidad: que nadie cree en su triunfo y aumentan los reclamos porque cese la represión y se castigue a los responsables. La insistencia en mantener su Gran Mentira irremediablemente habrá de provocar mayores penurias a la población, tanto civil como militar, salvo, claro está, a los enchufados. Con la bandera de la verdad, la movilización y la denuncia de lo que nos viene encima, pueden irse minando las bases sobre las cuales Maduro y sus cómplices pretenden sustentar sus aspiraciones totalitarias. Es inaceptable que continúen sosteniendo un liderazgo criminal fracasado que sólo ofrece más fracasos. Los venezolanos no podemos dejar que prevalezcan, definitivamente, voluntades inescrupulosas, perversas e inhumanas, validadas en constructos ideológicos que invierten la realidad para absolver sus atropellos y depredaciones.

Nunca es tarde para que, con base en la verdad, los venezolanos sanos podamos concertar acuerdos para superar la enorme tragedia a la que nos han conducido, incluyendo mecanismos aceptables de justicia transicional. No permitamos que triunfe la Gran Mentira el 10 de enero de 2025.