No hay nada que le duela más a una madre venezolana que un hijo, y más si son menores de edad.
La tragedia que se vive en Venezuela con respecto a la detención y tortura de niños y adolescentes inocentes no tiene precedente alguno, sólo en las peores dictaduras del mundo se ha visto semejante atrocidad, pero esto no tiene que ver solamente con las víctimas directas, esto va más allá.
En la sociedad venezolana las mujeres y madres siempre han tenido un rol muy importante, muchas han sido madres solteras y aun así han sacado adelante a sus hijos, por eso la familia venezolana en su mayoría es matricentrada, lo que quiere decir que esta conformada por madre e hijo quienes crean entre sí una relación bastante sólida, sobre todo desde el punto de vista emocional.
El pasado domingo 28 de julio, cuando se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en donde el candidato opositor Edmundo González Urrutia le ganó por una mayoría abrumadora de votos al candidato oficialista Nicolás Maduro Moros; la mujer venezolana jugó un importante papel en la organización de la sociedad civil para resguardar las actas electorales que luego fueron presentadas al país y al mundo para demostrar cuales habían sido los resultados reales de la contienda electoral, y así desmentir los resultados fraudulentos anunciados verbalmente por el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso.
Por otra parte, si bien el candidato opositor fue el ciudadano Edmundo González Urrutia, todos sabemos que la verdadera líder de la oposición, y quien está al frente de esta lucha por la libertad de Venezuela y el reconocimiento de los resultados del 28J, es María Corina Machado, una mujer y madre venezolana que por artimañas del régimen no pudo participar en esas elecciones presidenciales, siendo ella la elegida por el país para dicha participación a través de unas elecciones primarias que ganó sobradamente.
En este sentido Maria Corina Machado, quien heroicamente le ha plantado cara al régimen de Nicolas Maduro, entre otras cosas, dejando al descubierto su fraude electoral, en su condición de mujer y madre, es un símbolo de lo que es la mujer venezolana, valiente, luchadora y protectora, y es allí precisamente a donde apunta el dictador de Miraflores, a castigar a la líder opositora, y a todas las demás madres venezolanas, que aún cuando no tengan hijos víctima de estas detenciones, están sufriendo como consecuencia de este horror sin precedentes, y todo por haber votado en su contra y por haberse organizado meticulosamente para atajar y develar el posible fraude que en efecto ocurrió.
Esta es la venganza del dictador Nicolas Maduro, un delincuente sanguinario que no quiere entender que los venezolanos le dijimos el día 28J a través del voto: ¡Te tienes que ir!, y en vez de irse lo primero que hizo fue autoproclamarse ganador con complicidad del CNE, y negar la realidad, hacer ver que lo que pasó en esas elecciones presidenciales nunca pasó y que él resultó ganador.
Lo segundo que hace es tomar venganza contra el país que en su inmensa mayoría no voto por él. Así comenzó una brutal persecución con saldo de muertos y heridos, terminando con la írrita detención de casi 2.500 venezolanos que salieron a exigir respeto por la soberanía popular, y por si no fuese suficiente, escala en su represión tocando la fibra más sensible de la mujer
venezolana que son sus hijos menores, niños y adolescentes cuyas leyes venezolanas y tratados internacionales le dan una protección especial por su condición de seres humanos que no han alcanzado su pleno desarrollo físico y mental, e inicia una cacería muy particular contra niños desde 14 a 17 años de edad, que llegó a alcanzar un numero de 142 detenidos, de los cuales para la fecha se mantienen mas de 50 detenciones.
Ahora bien, ¿quienes son estos niños? Son simplemente adolescentes venezolanos, la mayoría estudiantes, que en algunos casos salieron junto a sus progenitores para ejercer su derecho a manifestar pacíficamente exigiendo el respeto de los resultados del 28J, otros que simplemente estaban en el lugar y hora equivocada, y otros que fueron sacados de sus casas y sin más fueron privados arbitrariamente de su libertad, luego fueron imputados por delitos graves como el Terrorismo con penas de hasta de 10 años, cuando es evidente que en Venezuela no existen niños terroristas. Adicionalmente, han sido sometidos a las más cruentas torturas según los relatos desgarradores de sus madres que se han hecho públicos, torturas que van desde salvajes golpizas, donde han perdido hasta los dientes, y quemaduras con electricidad para declararse culpables de delitos inexistentes e involucrar en los mismos a Maria Corina Machado a cambio de recibir menor pena, negación de comida y agua ya que la poca comida que reciben esta infectada con gusanos o descompuesta, lo cual les ha causado severos problemas gastrointestinales, deshidratación y perdida considerable de peso, impedimento de la visita de sus madres y demás familiares, negación de atención médica, manoseos e intentos de abuso sexual en el caso de las niñas, etc. Ha sido algo tan aberrante e inhumano que algunas víctima han manifestado su deseo de quitarse la vida cuando ni siquiera han alcanzado su mayoría de edad.
Dentro de esos adolescentes hay niños autistas, niños con trastorno afectivo orgánico, déficit de atención y deterioro congnitivo, niños con sinusitis crónica, niños que estaban a punto de graduarse de bachilleres, niños virtuosos de la música, en fin, niños inocentes que han sido víctima de una venganza implacable por parte de Nicolás Maduro y su régimen, sin importar la escandalosa violación de lo establecido en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, y en la Convención Internacional sobre los derechos del Niño de Naciones Unidas, de la cuál Venezuela es parte, y todo por el deseo enfermizo de un pequeño grupo de criminales que pretende perpetuarse en el poder a costa de lo que sea, incluso a costa de la irreparable destrucción moral y física de niños y adolescentes que son el futuro de nuestro país.
Thelma Fernández
Abogado penalista y madre venezolana