Confucio
Caer una vez, dos veces o quizá también tres por aquello que decimos que en la tercera es la vencida puede ser comprensible, pero cometer el mismo error tropezando con la misma piedra, una cuarta o muchas veces, la verdad de pana –como dicen hoy los chamos– es imperdonable sea cual fuere el escenario donde actuemos o nos desenvolvamos.
Sin embargo, esa realidad en política es distinta porque los involucrados que originan consecuencias no están entre dos o más personas, sino que los afectados siempre suele ser un gentío, millones que terminan quedando frustrados, desilusionados y desencantados por la conducta personal o colectiva de algún sector del liderazgo.
Son varios los ejemplos que en el país la gente ha grabado en el disco duro del cerebro cuando durante procesos electorales para la escogencia de Presidente de la República, Gobernadores, Alcaldes o diputados a la Asamblea Nacional y Consejos Legislativos, un sector opositor se impone al otro y terminan en no participar, optando por la abstención de no votar.
Si alguien llega al atrevimiento de desconocer esa “decision” ni se le ocurra porque es suficiente para ser acusado de vendido, entregado, colaborador del gobierno o enemigo de la unidad. Algún encanto debe tener la palabra “abstenerse” entre algunos opositores, cuando hacemos un balance de anteriores elecciones. Y no me refiero a los “opositores” calificados de “alacranes”.
Lo cierto es que algunos de esos resultados han terminado siendo demoledores cuando volvemos a tropezar con la misma piedra. En tanto, el oficialismo, sin tener adversario alguno, digamos, se paga y se da el vuelto en cualquiera de las instancias de poder político, donde la oposición queda como invitada de piedra.
Más de uno dirá que no existe credibilidad o confianza en el árbitro electoral, según lo demostrado por el CNE el 28J. Nadie en su sano juicio niega o cuestiona esa realidad. Ese día lo que pasó lo vivimos los venezolanos dentro y fuera del país.
No nos lo dijeron sino que fuimos protagonistas. También, lo sucedido lo observó el mundo entero y el propio oficialismo, desde su alta dirigencia hasta su propia militancia, que esa noche no salió a festejar, cual expresión de victoria limpia, festiva y alegre que esta vez estuvo desaparecida. Lo visto fueron “caras largas” y expresiones faciales de la derrota.
El revés fue tan evidente, contundente, que aún a más de dos meses el árbitro prefirió declarar a un ganador sin mostrar las actas públicamente o en la propia página web del CNE, que permanece a estas alturas del tiempo cerrada, clausurada y en “out”. Quien no la debe no la teme me decía siempre mi querida vieja Emma.
El tema que ocupa mi atención y seguramente es del interés de muchos venezolanos guarda relación con la convocatoria de esta pasada semana, cuando la Asamblea Nacional invitó a los partidos y organizaciones políticas a un encuentro para designar comisiones de trabajo para revisar la Ley, normas, reglamentos y disposiciones electorales vigentes, incluido el funcionamiento de los partidos políticos.
No extrañó que la oposición no asistiera y la razón quedó expuesta en un comunicado de la Plataforma Unitaria Democrática, PUD. Creo que de entrada la decisión fue precipitada, equivocada, torpe y carente de estrategia. Escuchar, oir y saber de que se trataba no significa comprometer ni entregar la lucha y los principios.
Claro, diría, que el malestar emocional por lo sucedido con los resultados del 28J haya podido tener un mayor peso y justificación de esa reacción política. Al margen del episodio del 28J, sin que ello signifique tirar la toalla o claudicar, ha debido asistirse aún cuando colocarse un pañuelo en la nariz fuese una expresión de protesta, pero la culpa no es del ciego sino de quien le da el garrote.
No olvidemos que el oficialismo es mayoría en la Asamblea Nacional desde el 6 de diciembre de 2020 cuando ganó producto de otro error, sin tener un adversario que lo enfrentara y le roncara en la cueva como pasó en 2015. Ese fue otro episodio inolvidable, erróneo, equivocado y desacertado del sector opositor en 2020 cuando prefirió no participar y entregar el principal órgano legislativo del país.
Además, no olvidemos que otro error fue cuando en 2018 volvimos a quedar como pajarito en grama, — estáticos mirando en todas las direcciones–, al decidirse no presentar una candidatura unitaria a las elecciones de Presidente de la República. Esa vez Henry Falcón, cual Quijote larense, intentó sólo vencer, no a molinos de viento, sino al oficialismo que hoy ya lleva 25 años en el poder.
Los errores, –siempre los mismos–, terminan por pagarse caros cuando la equivocacion de la estrategia a quien más golpea es a las grandes mayorías de la población. Son generalmente quienes pagan los platos rotos por culpa de la poca visión, ceguera, individualismo, fraccionamiento y división de la unidad promovida por unos pocos, en detrimento de millones que terminan deprimidos, ansiosos y abatidos
En el Zulia, por ejemplo, no olvidamos la desagradable experiencia vivida en 2017. Ganándose la elección de Gobernador por más de 750 mil votos, terminamos perdiéndola en un abrir y cerrar de ojos, cuando Juan Pablo Guanipa, decidió no asumir el cargo que permitió la llegada al Palacio de Los Cóndores a Omar Prieto Fernández.
Ese error lo pagamos los zulianos con creces pero no positivamente, sino con olvido, atraso y destrucción del estado Zulia. Hay momentos en que alguna dirigencia opositora lo que hace con las manos los destruye con los pies. Guanipa sabía que si ganaba tendría que juramentarse ante la AN, la misma que meses atrás de ese año le dictó las reglas de juego al CNE que él y los demás aspirantes a cualquier cargo conocían.
Esa morisqueta, payasada e inmadurez política los zulianos no la olvidan. Nos costó mucho. No tuvo sentido inscribirse, ganar y luego dejar el barco a la deriva. Querer diferenciarse o ser distinto a otros “dirigentes” políticos provocó mucho dañó que después Henrique Capriles, admitió y reconoció de garrafal error.
En fin, no poseo una bola de cristal para adivinar el futuro, pero ojalá esté equivocado en mi percepcion en cuanto a que nada le costaría al oficialismo legislar para cambiar, modificar o votar otra Ley electoral a la medida de los intereses del poder político oficialista.
Ni derecho a pataleo puede quedarnos si la intención es acorralar más a las organizaciones opositoras o eliminar, por ejemplo, la tarjeta de la Unidad Democrática, la de la manito o cualquier otra, cercanos como están próximos procesos electorales de la Asamblea Nacional, Gobernaciones, Alcaldías, diputados regionales y concejales. ¿Serán capaces de tropezar con la misma piedra?. ¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003