Un crimen brutal, una botella en la basura y cómo una joven se enteró 23 años después que su ex novio había asesinado a su madre

Un crimen brutal, una botella en la basura y cómo una joven se enteró 23 años después que su ex novio había asesinado a su madre

La casa del crimen está ubicada en la avenida Drummond, en la localidad de Chevy Chase, en Maryland, Estados Unidos. Allí vivía la familia Preer. Allí estaba el cuerpo de Leslie

 

Ocho mil cuatrocientos treinta y nueve días después de que mataran a su madre, la policía le dijo a Lauren Preer quién lo había hecho. El salvaje asesino, con 44 años, fue detenido el 15 de junio de 2024.

Por infobae.com





Ese día, para la hija de la víctima, la sorpresa superó con creces al espanto.

Una mañana distinta

A las 11:47 del miércoles 2 de mayo de 2001 sonó el teléfono de emergencias de Montgomery, Maryland, Estados Unidos. De inmediato las autoridades mandaron un patrullero al número 4824 de la avenida Drummond, en Chevy Chase.

Un rato antes de esa llamada, Brett Reidy, jefe de Leslie Preer en la empresa de publicidad Specialties Inc, había llamado al marido de su empleada, Carl Preer, para preguntarle por ella. Leslie no había llegado a su oficina esa mañana. Carl le comunicó que él había salido a las 7:25 y que su esposa todavía estaba en su casa a esa hora. Brett le retrucó que tampoco había podido ubicarla por teléfono. Preocupados ambos se citaron en la casa de la avenida Drummond.

Llegaron a las 11:35. Carl abrió la puerta y en el hall de entrada observaron algo extraño: muchas salpicaduras bordó en las paredes y en el piso. Parecía sangre seca. En la cocina vieron que la mesa estaba volcada y que la alfombra había sido levantada y corrida de su lugar. En ese ambiente había más manchas rojas y brillantes. No parecía, era sangre.

Carl nervioso recorrió la planta baja llamando a Leslie a los gritos. No hubo respuesta. Brett marcó el número 911. La policía les indicó que salieran de inmediato de la casa, que no tocaran nada, que ya iban en camino. Brett así lo hizo, pero Carl no atinó a salir. Se quedó en la cocina llamando a hospitales. Pensaba que su mujer podría haberse lastimado y, si así fuere, habría ido a algún sanatorio para hacerse atender.

Los agentes llegaron en pocos minutos. Fueron ellos quienes siguieron recorriendo la casona y subieron a la segunda planta. En el baño de la master suite, en la ducha, encontraron a Leslie J. Preer (49). Estaba boca abajo, con sus piernas semiflexionadas sobresaliendo del cubículo. No había nada que hacer: ya estaba muerta. Tenía golpes en la cabeza y otras heridas en el cuerpo.

Rodearon la casa con la típica cinta amarilla de las escenas criminales y el personal de homicidios comenzó su trabajo. En la escena recolectaron toda la evidencia posible. Transportaron el cadáver en un helicóptero a dónde realizarían la autopsia.

Al día siguiente, la casa fue enteramente peritada. Buscaban sangre que no fuera de la víctima, pelos y huellas digitales del atacante. Todo parecía indicar que el asesino la había golpeado en la planta baja para luego subir el cuerpo hasta la ducha y colocarlo bajo el agua para intentar borrar huellas.

Los reactivos demostraron que había sangre por todos lados: en las bachas del baño y de la cocina, en el hall de entrada, en los marcos de las puertas, en las paredes, en los muebles. En su intento de limpiar la escena, el agresor había pasado incluso un trapo por el piso del vestíbulo de entrada de la casa.

El marido de Leslie era el más observado por todos en ese momento.

El rastro rojo y la lista

Los rastros, sobre todo lo recogido debajo de las uñas de la víctima, confirmaron que en la escena había ADN de un hombre desconocido. No era Carl. Las pericias demostraron que Leslie había sido golpeada en la cabeza al menos siete veces, tanto en la frente como en la nuca, y había sido estrangulada de manera manual. Tenía, además, heridas y golpes en su torso y marcas defensivas en sus brazos. Tomaron muestras clave de debajo de sus uñas. Que tuviera restos de piel era un claro indicador de que había peleado por su vida. Había estado, cara a cara, con su atacante. Supo quien la estaba asesinando.

Leslie murió ocho días antes de celebrar sus 50 años, los hubiera cumplido el 10 de mayo.

Le pidieron al marido que confeccionara una lista de los hombres que habían estado cerca de su esposa durante su vida. Carl fue concienzudo: anotó a todos. Amigos, compañeros de trabajo, familiares, conocidos. Entre ellos, estaba efectivamente el nombre del asesino. Pero iba a pasar muchísimo tiempo antes de que su nombre saliera a la luz y se lo relacionara con el crimen. Porque, en ese entonces, nadie prestó suficiente atención a ese nombre y apellido. Seguramente ese joven no encajaba en el perfil del atacante que buscaban. Su identidad fue descartada por los detectives sin dar muchas vueltas, sin pedirle una entrevista o una muestra de sangre. Podría haber sido muy sencillo descubrirlo, pero no lo fue.

La vecina de los Preer, Meg Bloom, contó que esa mañana al subir a su bebé a su auto había visto salir a Carl Preer. Eran las 7:25. Lo había escuchado despedirse de su mujer en voz alta desde la puerta, pero no había oído la respuesta de ella.

Mary Lewis, quien estaba en el jardín a esa hora con los pequeños que cuidaba, dijo no haber notado ningún ruido extraño o grito proveniente de la casa de los Preer.

La policía siguió entrevistando a decenas de familiares y conocidos. A muchos hombres se les pidieron muestras para cotejarlas con el ADN hallado en la escena. Todo dio negativo. Iban tachando nombre tras nombre. Buscaron coincidencia de ese ADN con sujetos, desconocidos para la familia, que tuvieran un pasado violento y que pudiesen haber estado en el área. Tampoco hallaron nada.

Con el tiempo las teorías se fueron diluyendo. El caso quedó abierto, pero estancado. Había comenzado la larga angustia de Carl y Lauren Preer de seguir viviendo sin saber quién había asesinado a Leslie y por qué.

El hombre desconocido por todos, el asesino salvaje, siguió con su vida amparado a la sombra de la impunidad. Pasaron dos décadas.

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