Durante los últimos años hemos multiplicado nuestro conocimiento sobre cerebro humano y, aunque parezca extraño, mucho lo hemos aprendido mirando cerebros… no humanos. Puede que no podamos trasladar cada detalle de los sesos de un roedor a los de un primate, pero hay cuestiones fundamentales que se mantienen porque, a fin de cuentas, estamos hablando de un sistema nervioso central que comparte millones de años de evolución. Así pues, cuando un reciente estudio publicado en Nature Neuroscience afirma haber encontrado las estructuras cerebrales que almacenan el recuerdo de personas y lugares amenazantes en ratones, podemos sospechar que esos recuerdos deben estar en zonas similares de nuestros cerebros.
Por larazon.es
Dicho de otro modo: hoy entendemos un poco mejor que ayer cómo almacena tu cerebro recuerdos sobre tu jefe, tu oficina y otras personas y lugares amenazantes de tu día a día. Dejando las bromas a un lado, el estudio ha editado genéticamente ratones para convertirlos en Juan Sin Miedo, aunque no tanto por valentía como por falta de retentiva. Según afirma la doctora Pegah Kassraian, autora principal del estudio “[almacenar recuerdos de personas y lugares amenazantes] es vital para todas las especies que viven en comunidades sociales (incluidos ratones y humanos) tener memorias sociales que puedan ayudar a evitar experiencias futuras con otros que podrían resultar perjudiciales, mientras nos mantenemos abiertos a personas que pueden ser beneficiosas. Los recuerdos de miedo son importantes para la supervivencia y nos ayudan a mantenernos seguros”.
Un caballito de mar en tu cerebro
El cerebro es muy grande en términos de información. Incluso el de un ratón excede nuestra capacidad para cartografiarlo en detalle. Por eso, los investigadores decidieron enfocar su búsqueda en una zona concreta: los hipocampos. Estas estructuras con forma de caballito de mar se enroscan en la base del cerebro, ni muy adelante ni muy atrás, y sabemos que son absolutamente cruciales para que funcione nuestra memoria a corto plazo. Es en ellos donde guardamos los recuerdos antes de que sean “volcados” en nuestra memoria a largo plazo, en la corteza cerebral. Ahora bien… el hipocampo también es una estructura prolija en neuronas, por lo que decir que los recuerdos amenazantes se almacenan en él es como indicar la ubicación de una cafetería concreta diciendo: está en Pamplona. Lo que queremos saber es la calle y, a ser posible el número del local y la talla de zapatos de su dueño.
Basándose en estudios previos y en nuevas observaciones, los investigadores propusieron qué dos regiones estaban implicadas en el almacenaje de memorias amenazantes. Sus nombres eran CA1 y CA2. Por su parte, CA1 contiene las conocidas neuronas de lugar, que se activan cuando regresamos a un espacio donde ya hemos estado y que se relacionan estrechamente con nuestra capacidad para orientarnos. CA2, en cambio, parecía estar más relacionada con el recuerdo de caras. Y ahora sí, con estos dos sospechosos, los científicos pudieron empezar a investigar.
Descargas y mutantes
El experimento era sencillo o, al menos, es sencillo explicarlo. Los científicos editaron genéticamente a algunos ratones para suprimir la actividad de las estructuras cerebrales que querían estudiar. A continuación, les enfrentaban a una serie de pruebas donde debían elegir entre dos ratones o dos lugares diferentes. Una de las dos opciones se había presentado previamente con una descarga eléctrica equivalente a la que sentimos cuando recibimos un chispazo al entrar en un coche. Pues bien, mientras que los ratones normales preferían dirigirse hacia el estímulo seguro, los editados tomaban decisiones erráticas.
Aquellos con CA1 inhibida eran capaces de evitar a los ratones “amenazantes”, pero no lograban recordar qué lugares estaban asociados con la descarga. Aquellos con CA2 silenciada estaban en la situación opuesta: discriminaban bien los lugares peligrosos, pero no parecían recordar con qué individuos se asociaban las descargas eléctricas. Resultados que confirmaban las sospechas de los investigadores.
Y, por supuesto, más allá de la pura curiosidad, esta investigación responde a un propósito aplicado. Sabemos que la esquizofrenia o el trastorno del espectro autista están relacionados con la CA2 y estudiarla más a fondo podría ayudarnos a comprender mejor la ansiedad social o el trastorno de estrés postraumático. Así que, aunque no todo pueda traducirse de ratones a humanos, este estudio nos acerca un poco más a comprender el verdadero funcionamiento de nuestro cerebro.