“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”.
Artículo 350. Constitución Nacional
En estos momentos decisivos para Venezuela, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se encuentra en una encrucijada histórica. La nación ha hablado claramente a través de las urnas, eligiendo a Edmundo González Urrutia en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio de 2024. Sin embargo, Nicolás Maduro se aferra al poder, desafiando el mandato popular y sosteniéndose con el apoyo de una coalición desgastada -parte de la cúpula militar corrupta, los poderes públicos, sector empresarial funcional como Fedecámaras y las transnacionales-, sin coordinación y con crecientes conflictos internos. Ante este escenario, el llamado a los militares para respaldar la voluntad popular y alejarse de un régimen totalitario no solo es urgente, sino que representa una oportunidad única de redefinir su rol y el futuro de Venezuela.
La teoría de juegos de guerra, junto con el modelo de decisiones políticas de Bruce Bueno de Mesquita, nos ofrece un marco para entender la situación actual de la FANB.
La Fuerza Armada llegó a una bifurcación que plantea dos opciones estratégicas, cada una con profundas implicaciones. La primera opción es mantener el apoyo al régimen de Maduro. Esto implica sostener un equilibrio inestable, sumamente volátil, en el que la lealtad al líder del PSUV ya no garantiza ni estabilidad ni seguridad, sino que coloca a los militares en el epicentro de una lucha interna entre facciones rivales. La segunda opción es alinearse con las fuerzas democráticas, una vía que, si bien puede parecer arriesgada en el corto plazo, promete un futuro de reinstitucionalización, reconciliación y progreso.
Por un lado, el régimen de Maduro ya no ofrece un entorno estable ni predecible. La reciente escalada en las tensiones internas, especialmente el conflicto abierto entre Maduro y Diosdado Cabello ha dejado claro que el gobierno bolivariano se encuentra en una fase de implosión. Las divisiones dentro del sector militar han convertido el entorno de poder en un campo de batalla, donde cada facción lucha por su supervivencia y control, incrementando la incertidumbre para quienes se mantienen leales. Además, la persecución de generales de división y brigada Vidal José Francisco Coraspe y Saúl Rafael Somoza Gámez, acusados de conspiración y contrabando, según la periodista Sebastiana Barráez, subraya el caos y la fragmentación que está atravesando la FANB. Cada vez es más evidente que la lealtad a Maduro no solo representa un riesgo en términos de carrera profesional, sino también en términos de seguridad personal.
Desde la perspectiva del análisis estratégico militar, esta situación se configura como un dilema de coordinación, en el cual los militares deben decidir si apoyan al régimen, a pesar de sus riesgos crecientes, o si se desvinculan para alinearse con las fuerzas democráticas, en busca de un nuevo equilibrio. Según el modelo de modelo de utilidad esperada, los actores racionales toman decisiones basadas en una evaluación de costos y beneficios personales, y en este contexto, la oposición ha presentado una serie de propuestas que resultan atractivas y también profundamente estratégicas.
Edmundo González Urrutia y María Corina Machado ofrecen una amnistía y protección legal para quienes decidan romper con el régimen, así como una oportunidad de rehabilitar la imagen de la FANB ante la sociedad venezolana. Durante décadas, los militares fueron percibidos como protectores de la nación, pero esta percepción se ha visto deteriorada en el contexto de un régimen que ha utilizado a la FANB para fines políticos y personales. Al alinear su lealtad con el pueblo y apoyar una transición democrática, los militares pueden recuperar el respeto y la dignidad perdidos, consolidándose nuevamente como una institución que protege y defiende a su pueblo.
Este es, sin duda, un cambio de rol fundamental que no puede ignorarse. Al alejarse del régimen de Maduro, la FANB podría dejar atrás el papel de represión y vigilancia, para regresar a su misión original: la defensa de la soberanía nacional. En un gobierno de transición liderado por González Urrutia, se propone un retorno a la profesionalización de la Fuerza Armada, alejándola de los intereses partidistas y las redes criminales que han socavado su legitimidad y credibilidad. Este retorno a un rol legítimo y apartidista representa una alternativa sólida frente al incierto y fragmentado entorno del actual régimen.
A nivel económico, el respaldo al mandato de González Urrutia también se traduce en mejoras tangibles para los militares. No es un secreto que la crisis económica ha afectado a todos los venezolanos y los militares no son la excepción. Los salarios y beneficios se han erosionado y el acceso a recursos básicos como alimentos, medicinas y otros servicios esenciales es cada vez más limitado. Un gobierno de transición con respaldo internacional tendría la capacidad de implementar reformas económicas que permitan la recuperación gradual de los ingresos y condiciones laborales de los militares. La estabilidad económica no solo mejoraría su calidad de vida, sino también su moral y compromiso con la nación.
Además de las mejoras salariales, un cambio de gobierno puede traer consigo acceso a recursos internacionales y programas de cooperación que apoyarían la modernización de la FANB. La promesa de rehabilitar la imagen y dignificar el rol de los militares puede complementarse con la asistencia técnica y financiera de otros países, permitiendo la restauración de infraestructuras militares y el acceso a capacitación avanzada. Al alinearse con un gobierno de transición, la FANB recuperaría su integridad institucional, sino que también se beneficiaría de un entorno más seguro y predecible.
La FANB debe considerar la propuesta de reinstitucionalización de la oposición como una oportunidad para liderar un proceso de reconstrucción nacional. Al desvincularse del régimen actual, los militares tendrían la oportunidad de ser protagonistas en la restauración de la democracia, participando activamente en la reconciliación del país. La promesa de la oposición es clara: un camino hacia la paz y la unidad, sin persecuciones ni revanchas. González Urrutia y Machado han asegurado que no se trata de sustituir a un régimen autoritario por otro, sino de construir una nación donde todos los venezolanos, incluidos los militares, tengan un lugar.
El conflicto interno entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello representa un desafío significativo para la estabilidad del régimen, pero también ofrece una ventana de oportunidad para que la FANB adopte una postura clara y decisiva. Este conflicto de poder, en el cual ambas facciones se desgastan mutuamente, incrementa el riesgo de una guerra interna, una amenaza que parece acercarse cada vez más. En este escenario, los militares se erigen como actores clave, poseyendo la capacidad de influir en el desenlace de la disputa al optar por una solución que garantice no solo su propio futuro, sino también el de sus familias y, en última instancia, el de toda la nación.
Venezuela está en un punto de inflexión crítico, con la cúpula chavista enredada en su juego de poder, mientras la FANB se encuentra en el centro de una batalla existencial. Ante la posibilidad de elegir entre la lealtad a un régimen que los emplea como instrumentos de represión y control, o la ruptura con un sistema que, como el cántaro que va repetidamente al agua, corre el riesgo de romperse, los militares se ven enfrentados a una decisión que podría cambiar el rumbo del país. Este dilema no solo cuestiona su papel en el contexto actual, sino que también plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del equilibrio de poder en Venezuela.
En esta especie de guerra fría venezolana, donde la desconfianza, el miedo y la rivalidad dictan las reglas del juego, los militares tienen la capacidad de inclinar la balanza de manera decisiva. Su eventual intervención no solo tiene el potencial de precipitar un cambio drástico en la estructura de poder, sino también de poner fin a un régimen que ha sumido a Venezuela en un prolongado estado de incertidumbre y tensión. El pueblo, en este punto, está esperando el próximo movimiento de la FANB, el cual contribuirá a redefinir el futuro de un país que ha estado al borde del abismo durante años.
La decisión no es fácil, pero el beneficio a largo plazo es evidente. La FANB tiene en sus manos la capacidad de ser parte de una Venezuela libre, democrática y reconciliada. La historia juzgará esta decisión y el momento de actuar es ahora. La lealtad a la patria y al pueblo debe prevalecer sobre la lealtad a un régimen criminal: dividido y en decadencia. Hoy es el momento de elegir un futuro de dignidad, paz y estabilidad para todos los venezolanos. Es hora de elegir la soberanía popular.