Con agudo sentido histórico y férrea defensa de la libertad, argumentaría una perspectiva crítica y atesta de contrastes. Venezuela ha transitado una encrucijada económica, política, cultural y social que, el integrante de la Cámara de los Comunes, maestro del discurso y estratega inigualable, calificaría con claridad y contundencia de dictadura. Su antipatía hacia el totalitarismo, su inquebrantable defensa de las libertades individuales, su lucha existencial contra el fascismo y nazismo, hace imposible pensar, imaginarse que miraría con buenos ojos a quienes se esfuerzan para erosionar la democracia, el pluralismo y la libertad de prensa.
El Premio Nobel de Literatura (1953), con su brillante y exaltada oratoria en defensa de los valores humanos, fervorosa protección de la democracia y autonomía expresó: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. La democracia tiene defectos, pero es el único mecanismo capaz de garantizar los derechos básicos del ser humano. Venezuela con su giro autoritario, angustiaría al dos veces primer ministro del Reino Unido.
Vivió penurias de arbitrarios y lideró la resistencia contra ellos. Observaría con alarma cómo en Venezuela se ha debilitado la autonomía, anulada la separación de poderes y eliminado el libre ejercicio opositor. Defendió con vehemencia la libertad de pensamiento, expresión, y el rol del parlamento. Socavar las instituciones democráticas, es inaceptable.
Militar, escritor y pintor, tenía concepción serena del rol del líder. El liderazgo no consiste solo en ejercer poder, sino en guiar con sentido de misión y propósito, aun, de ser necesario, en contra de la opinión pública. Su disposición a enfrentar la adversidad, como en los días oscuros de la Segunda Guerra Mundial, contrasta con la falta de visión de muchos dirigentes venezolanos.
El liderazgo en Venezuela, a su juicio, se caracterizaría carente de sentido de misión nacional, más bien, guiado por intereses sectarios o de poder. Nunca toleró la mediocridad, crítico implacable ante la incapacidad de las élites políticas para ubicar haberes del país por encima de agendas personales o partidistas. Advertía testarudo, sobre el peligro de entregar principios democráticos y ceder ante la seducción de carismáticos y autocráticos.
Lamentaría, que una nación próspera se desvié hacia el autoritarismo con el pretexto de una ideología populista. La ruina económica, en opinión del ferviente defensor de valores liberales, sería un fracaso inconcebible. Convencido de la responsabilidad de los gobernantes para con su pueblo, la gestión distinguida por hiperinflación, escasez, infelicidad y emigración masiva, le parecería traición de un buen gobierno, que perpetúa la miseria bajo la retórica revolucionaria vacía, donde el bienestar del pueblo se sacrifica en el altar del poder perpetuo.
El liderazgo requiere habilidad, también capacidad de prever y evitar calamidades. El deterioro económico habría sido, desde su perspectiva, un error monumental de planificación y gobernanza. “Nunca desaproveches una buena crisis”, visualizando la oportunidad para unificar el país y ponerlo en la senda de la prosperidad sostenible.
Winston Churchill admiraría la resiliencia venezolana. Mostró respeto inquebrantable por quienes soportaron y renacieron de las cenizas. Se maravilló por el espíritu de lucha de los británicos durante el Blitz y estaría orgulloso del coraje y valentía de los venezolanos que luchan por un futuro bajo condiciones humillantes y de vejación.
Esperanza, entereza y resistencia, valores que encarnó durante la hostilidad, serían elementos que destacarían en su análisis. Para el estadista, los pueblos que perseveran frente a la desgracia y desventura están destinados a encontrar su camino hacia la libertad, aunque el costo sea alto y el trayecto largo.
Enfrentó situaciones desesperadas con pragmatismo y certeza, expresaría su preocupación por el futuro, pero no sin dejar abierta una puerta hacia la esperanza. Para él, la historia está llena de ejemplos de naciones que han logrado superarse tras grandes crisis, siempre y cuando tengan un liderazgo capaz y un pueblo dispuesto a sacrificar en el presente por un mejor mañana.
Defensor de la alternabilidad a través de elecciones libres y justas, se encolerizaría al observar la manipulación de mecanismos democráticos, hostigamiento a la oposición y cierre de los espacios para el debate público, elementos esenciales para la salud de cualquier democracia.
Guio a Inglaterra a la victoria en su hora sombría, y vería en el venezolano una inagotable fuente de esperanza y haría el mismo llamado que a su nación, “nunca rendirse”, eco que resonaría en la lucha venezolana por recuperar su destino. La historia no es estática y los ciclos de avasallamiento dan paso a la libertad cuando se resiste con determinación. No ceder ante la desesperación, porque toda crisis, tiene un final. El reto, es que los ciudadanos mantengan intacto el espíritu y compromiso con la libertad. “Nunca, nunca, nunca te rindas”. “No es el final. Ni siquiera el principio del final. Tal vez sea el final del principio”. Sin duda, animaría a perseverar en la lucha por restaurar libertades y derechos perdidos, sabiendo que, como ocurrió en Europa, la oscuridad no es eterna.
Comprendía como pocos la complejidad del poder, y se indignaría ante la concentración de un grupete, mientras los ciudadanos padecen el deterioro inadmisible de su calidad de vida. Advirtió sobre el peligro de aquellos que “apelan a la fuerza sin respeto por el derecho”, palabras que encajarían con dolorosa precisión en la descripción de un régimen que, ha instrumentalizado la violencia e intimidación para mantenerse.
Winston Churchill, expresaría como trágico el riesgo autoritario y la mala gestión, también, destacaría la oportunidad para que la nación recupere su camino. Su visión estaría marcada por la crítica rigurosa y el reconocimiento a la capacidad constitucional para sobreponerse al infortunio.
@ArmandoMartini