Ryan Gutridge no es el típico pasajero de un crucero. Mientras muchos ven en estas embarcaciones una forma de escape temporal, él las convirtió en su hogar. Desde 2021, este ingeniero de software, que trabaja de manera remota, pasó más de 300 días al año a bordo. Lo que comenzó como un experimento, terminó siendo una elección de vida que desafía las normas tradicionales sobre cómo y dónde vivir.
Por infobae.com
Todo empezó con la pandemia. Ryan, como tantos otros profesionales de tecnología, ya trabajaba desde casa, pero la crisis sanitaria global lo empujó a reconsiderar su forma de vivir. Sin estar atado a una oficina y con la posibilidad de realizar sus tareas desde cualquier lugar con una buena conexión a internet, empezó a preguntarse si su “casa” podría estar en constante movimiento. “Pensé que si los cruceros volvían a operar, quería intentar trabajar desde uno de ellos”, explica en una entrevista con el medio digital Joe. La idea sonaba descabellada, pero la realidad era que su trabajo no necesitaba más que una computadora y acceso a la red.
Fue entonces cuando, en el verano de 2021, Ryan reservó dos cruceros cortos. La meta era simple: probar si el WiFi del barco era lo suficientemente robusto para soportar sus exigencias laborales. Las expectativas eran bajas, pero el resultado fue sorprendentemente positivo. “Todo funcionó perfecto”, cuenta a Business Insiders. Esa primera experiencia fue suficiente para confirmar su interés por un estilo de vida flotante. Desde ese momento, Ryan pasó la mayor parte del tiempo en el mar.
Pero no fue una decisión tomada a la ligera. Hizo números y comparó los costos de su vida en Fort Lauderdale, Florida, con la posibilidad de vivir a bordo de un crucero. “Lo que pagaba por el alquiler y la basura en mi apartamento era prácticamente lo mismo que el costo de estar en un barco durante 300 noches”, asegura a Business Insiders. Y al sumar los beneficios que ofrece la vida a bordo, WiFi gratuito, bebidas incluidas y sin gastos adicionales de servicios como electricidad o internet, se dio cuenta de que mudarse al mar era incluso más barato.
La vida de Ryan en el barco está meticulosamente organizada. Su trabajo sigue ocupando el mismo lugar de importancia que antes, solo que ahora lo hace desde cubiertas soleadas o salones tranquilos del barco. Las mañanas y tardes están reservadas para las reuniones y tareas laborales, pero las noches y las pausas para el almuerzo le permiten disfrutar del aspecto social que antes le faltaba trabajando desde su apartamento. En el gimnasio o en los bares del crucero, formó amistades que no se limitan a un viaje. “Hay personas con las que mantengo contacto y que vuelven a navegar conmigo en diferentes ocasiones”, añade a Business Insiders
Sin embargo, la rutina de vivir en el mar no está exenta de desafíos. Después de dos años recorriendo los mismos itinerarios, ha estado en los mismos puertos más de 70 veces. Para alguien que solía pasar horas en la misma ciudad, esas repeticiones son, paradójicamente, parte de la libertad que disfruta. Lo que podría parecer monótono para otros, para él es una mejora significativa respecto a la vida frente a cuatro paredes.
Pero este estilo de vida requiere disciplina. Ryan se impuso reglas estrictas durante la semana para mantener el equilibrio entre su trabajo y su bienestar. Se mantiene lejos de los postres y las harinas y no ingiere alcohol los fines de semana. Durante la semana, es todo trabajo y responsabilidad. Mantener una vida saludable a bordo, con la tentación constante del buffet y las bebidas, es un reto que Ryan logra superar con fuerza de voluntad.
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