Los Dodgers de Los Ángeles se impusieron, como todos sabemos, especialmente los amantes del béisbol o del deporte en general, sobre los Yankees de Nueva York. El último juego, el que tituló campeón mundial al primero de los equipos mencionados, resultó muy cerrado al final. Ganaron siete carreras por seis en un quinto y último desafío. Pero eso no importa. Ganaron. Y se llevaron el título. Ganaron. Sin escamoteos ni ocultamientos. Y a eso voy.
Desde muy pequeños, en los juegos deportivos o de mesa, estamos acostumbrados al triunfo por un lado y a la derrota por otro. Como es la vida, en general, se gana y se pierde. No entraré en detalles al respecto. Se gana contra la muerte el desempeño de la vida. En amores, en trabajos, en propiedades, en todo. Se nos enseña con los juegos, por cierto, a perder y ganar. Claro, siempre hay “malandros” en ciernes que esconden fichas del dominó, que traspasan cartas o que se llevan la pelota para impedir la derrota. Siempre hay quienes no saben perder. Y surge la pregunta de los mayores: ¿Para qué juegan?
En ese sentido, la transparencia se convierte en un factor de vital importancia mientras más relevante es el juego, la competencia. Por eso hay árbitros, jueces, veedores, en sitio, de la cuestión para certificar con su experiencia y conocimiento, que el juego es valido y transcurre segun los acuerdos establecidos. Todo deporte tiene reglas, todo juego tiene reglas que deben cumplirse. Esto no es óbice para que un árbitro pueda, como ha ocurrido a ojos vista, convertirse en arbitrario. Pero, en el caso del béisbol, hasta se ha tecnificado para evitar irregularidades en algunas decisiones. Se revisan las cámaras y algunas resultan modificadas al cotejarlas.
Por otro lado, nadie se puede robar el resultado. Puesto que la pantalla está allí, expuesta a todos, marcando cada hit, cada carrera, cada error, y, por supuesto, el resultado final. De tal modo que nadie puede alterar el conteo de lo que va ocurriendo abajo en el juego. Jugadores, árbitros y público en general, son garantes del transcurrir tanto como del término. Y, así, unos ganan, otros pierden. Unos se lamentan, otros celebran con la esperanza de un nuevo juego en el que poder triunfar, un nuevo campeonato.
Así, los Dodgers ganaron. Nadie les va a robar el resultado final de la serie ni del último partido, ni de nada. A todo el mundo le toca reconocerlos como campeones. Y se llevaron el trofeo como el respeto por su desempeño de este año. ¿Ganarán el año próximo? Nadie lo sabe. Lo más probable es que no. Por lo pronto, celebran y queda registrado en la historia del béisbol su labor de este 2024. Contado, carrera a carrera; registrado por los árbitros y el público presente, así como por quienes siguieron por radio, televisión y teléfonos el tan esperado evento mundial del beisbol.
Quienes ganan, ganan. Las trampas existen, seguirán existiendo, no siempre las saben hacer los tramposos. Pero el resultado final es ése, inmodificable. Todo el mundo lo sabe. ¿Se puede voltear? Pues no.