De nuestros Sí y No (SINO = DESTINO), una parte es consciente y otra parte es producto de usos y costumbres. De nuestra educación y de cómo otras personas influyen en nosotros. Casi todo nuestro mundo personal está sujeto a creencias y propaganda. A no pensar, simplemente a creer y a nuestra absoluta subjetividad.
El “conocerte a ti mismo” socrático y el “llega a ser lo que eres” es una trampa de sofistas. Ambas preguntas o exigencias solo son posibles si se intenta responder a posteriori. Después de una vida ya vivida; es decir, en la vejez. Cuando la vida real se va reduciendo a un plazo cada vez más corto y la lucidez es una de las cosas que se pierden con la senilidad. Distinguir vejez de senilidad es muy importante. Lo primero no te retira de la vida; lo segundo es un vivir-muriendo.
Regresando al YO, éste no es inmutable, aunque el carácter y la personalidad tienden a ser identificables desde la infancia. Al igual que la genética nos pre-condiciona y las circunstancias nos exigen entenderlas para poder “lidiar” con ellas lo mejor posible; para preservar nuestros lícitos intereses, valores y principios. Y, en lo posible, los de nuestra comunidad, evitando el egoísmo exagerado, de tipo narcisista, y el conservadurismo que pretende eludir, evadir o impedir los cambios que la propia sociedad exige y necesita, y que la razón humana provee a través del conocimiento, la tecno-ciencia y el humanismo necesario que hoy llamamos básicamente derechos humanos: dignidad personal, libertad y lejos de toda discriminación y desigualdad que nos divida.
Esto último es una UTOPIA (lugar de ninguna parte). Un lugar y tiempo inexistente. No sé si en algún futuro esto sea posible, pero como ideal, la utopía inspira, alienta y marca un rumbo. La veo necesaria en términos psicológicos e históricos para evitar el nihilismo distópico y la inhumanidad del poder en cualquiera de sus manifestaciones patológicas. Nos redimimos o nos auto-destruimos como personas y comunidades.
Quizás aquí es cuando una filosofía, creencia religiosa, un impulso espiritual, una relación íntima, secreta, personal, con el misterio y el silencio que algunos llamamos Dios, nos permita entender quién soy y a qué vine al mundo: a partir de unas circunstancias, comunes a muchos, pero personalizadas en cada uno, ya que nuestra relación con el mundo y las personas concretas encontradas, es lo que nos terminaron definiendo.
Somos seres concretos que siempre estamos en busca de algo: sea de tipo psíquico, material o espiritual. Pero casi siempre seguimos insatisfechos. Somos, inevitablemente, de la raza de Prometeo y Fausto.
A Ortega y Gasset lo leí completo entre mi bachillerato y la Universidad, 60 años después esta es mi respuesta existencial a una frase “Yo y mis circunstancias” que me ha interrogado hasta el día de hoy y me sigue interrogando.