Abraham Sequeda: ¿Una larga espera para Venezuela?

Abraham Sequeda: ¿Una larga espera para Venezuela?

Resuena en el análisis de las ideologías, aquella acepción en la cual el conjunto de ideas a seguir son diseñadas y brutalmente impuestas, incluso en el componente educativo de un país, pero también hacia la economía, para justificar entonces la presencia de una estructura de poder dominante.

Un significado beneficioso y natural es todo lo contrario, unas ideas originadas en el pleno ejercicio de las libertades humanas que caracterizan a una sociedad, desencadenando propuestas de los grupos políticos y sociedad civil, para darle uso práctico y productivo a esas ideas, sin más limitaciones que canalizarlas precisamente a través de las políticas públicas, leyes y reglamentos.

Esta idea de dominación es totalmente operacional, cuando esa estructura de poder dominante, escudriña las necesidades más sentidas y sobre todo inmediatas de un conglomerado de la población; porque si es cierto que, tomando la actual época navideña, con todo lo que eso representa en términos de tradición, no puede ser menos importante que la carga emocional, económica y desidia generalizada sobre los servicios públicos, básicamente va dejando a las familias venezolanas a un mínimo de reivindicaciones conmemorativas, con la compra de baratijas y la ida a misa de gallos.





Pero el asunto es más profundo y siniestro, porque tanto la estructura de poder que no deja tregua y una población con peculiares perspectivas a plazo inmediato, generan espacios de interdependencia, pero no por cariño, agradecimiento u otro sentimiento parecido, sino por sobrevivencia.

Venezuela transita por un período de turbulencias continuadas; es decir, situaciones de agitación, con espacios de tiempo de calma (aparente) cada vez más cortos entre uno y otro; parecido a épocas recientes, cuando el malestar llegaba a límites críticos porque coincidían elementos de escasez, incertidumbre, inflación, desempleo y servicios públicos en colapso, más los elementos de la cotidianidad y domésticos, como puede ser el inicio de clases.

Al final del año, siendo el espíritu navideño un sentimiento de abundancia, bienestar y amor, seguramente se fortalecerá la solidaridad por los que hoy sufren, están encerrados o lejos, mientras que el resto de conciudadanos aunque golpeados por los mismos problemas, aún poseen opciones para seguir adelante y poder ayudar a una transformación definitiva.

Para el año 2025 esa maniobra de las migajas, de la calma aparente, de la interdependencia ya no deberá surtir efecto, tampoco los acontecimiento serán por una reacción; todo será dirigido a lograr las reivindicaciones, del saneamiento de las instituciones y conquistar plenamente lo que corresponde.

@abrahamsequeda