El chavismo busca dinero en efectivo de forma desesperada para dar cobertura al mandato fraudulento de Nicolás Maduro, que comenzaría en un mes. Uno de los planes avanzados por la revolución que empobreció al país pasa por la privatización de más de 500 empresas públicas, muchas de ellas nacionalizadas por el propio Hugo Chávez. Un proceso sin transparencia del que se desconocen las empresas elegidas, ni por supuesto sus balances auditados. Estilo chavista 100%.
Por: El Mundo
Al frente de la operación se sitúa el flamante ministro de Industria, Alex Saab, considerado por la anterior Fiscalía chavista como el testaferro del “presidente pueblo” y principal operador financiero de la revolución para sortear las sanciones internacionales. El magnate colombiano se benefició hace un año del canje por una docena de rehenes estadounidenses, pese a estar encarcelado en Florida acusado de blanqueo de capitales obtenidos por la corrupción y pago de sobornos.
La gran paradoja es que fue el propio Chávez quien, animado por la bonanza petrolera, se convirtió en el gran empresario del país que llegó a ser la economía más rica de la región. El “comandante supremo” nacionalizó, expropió e intervino bancos, siderúrgicas, eléctricas, empresas de telecomunicación y alimentación, líneas aéreas, fincas, empaquetadoras y muchas más. Todas ellas cayeron en su producción y provocaron pérdidas millonarias, un factor fundamental en el derrumbe del país. Sin ese proceso no se puede entender la escasez y desabastecimiento que generó tanta hambre en Venezuela.
Otro de quienes aparece detrás del negocio es Luigi Pisella, presidente de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria), uno de los empresarios que ha apostado por la “normalización” del chavismo, fraude electoral incluido. En círculos bancarios caraqueños se cree que Pisella pretende ser ministro en el próximo gabinete de Maduro.
Según esta confederación, el Gobierno ya tiene preparadas 350 empresas públicas para su venta, principalmente para inversionistas nacionales, ya sea a través de venta directa o con alianzas entre el Estado y el capital privado. Una de las primeras operaciones se llevaría a cabo con la Siderúrgica de Guayana, que necesita dinero fresco para incrementar su capacidad de producción a 1.250 millones de toneladas métricas anuales de acero. El sector siderúrgico de esa zona del país, otrora la gran locomotora económica junto al petróleo, está en bancarrota, destruido por la corrupción y la nefasta gestión de militares y militantes chavistas.
Puedes leer la nota completa en El Mundo